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No recordaba estar tan cansada de esto, de todo, los párpados me pesaban cada vez más pero su sonrisa seguía ahí para reconfortarme.

Tomé el asa de la mochila negra entre los dedos, arrepintiéndome de ello a los segundos, debía de llevar unos cinco cuadernos hoy más algunos libros de alguna asignatura que no lograba comprender del todo.

Se me estaba complicando todo de golpe, aunque creía tenerlo bajo control, me estaba agobiando más de lo que creía.

Me apresuré a salir del salón de clases, sobre el bullicio que se creaba luego del timbre. Sacudí levemente las piernas, las tenía algo entumecidas por permanecer sentada desde el último recreo, hace unas tres horas, con la mirada pegada al pizarrón verde que cada vez se me hace más jodidamente común.

Pasé ambas asas por mis brazos, hasta acomodarlas en mis hombros, con el vaivén de la falda escolar algo arrugada sobre mis piernas. Tanto tiempo estudiando había logrado que se me olvidase por completo el cuidar mi imagen, estaba segura que las ojeras que mostraba se hacían más notorias con el paso de los días, pero era un detalle que ahora no importaba en lo más mínimo.

Moví mis dedos sobre la correa de la mochila, al ritmo de una canción inexistente que rondaba por mi cabeza, los estudios me consumían pero no debía darle tantas vueltas, como había dicho mamá una de éstas mañanas mientras se despedía temprano para ir a un trabajo que no le interesaba en lo más mínimo, pero le pagaba lo suficiente como para no quejarse de ello y trabajar sin mediar alguna palabra.

Lo vi salir de su salón, con la mirada seria de siempre y las manos sosteniendo las correas de su mochila, seguramente también repleta de libros; lo veía en sus ojos, estaba agotado, pero no iba a preguntarle por ello, al menos no ahora.

Días atrás me había pedido ir a comer algo a la salida, no iba a aceptar, se acercaba el examen de biología y tenía muchísimos temas que repasar, pero me sonrió tantas veces que noté cuánto necesitaba olvidarse de todos sus problemas.

Y yo también lo hacía.

Alcé mi mano cuando su mirada se encontró con la mía, la comisura de sus labios se curvó y sus pies caminaron en mi dirección, algo apresurados, haciendo eco en mi cabeza, en la que solo se encontrabas él y la posibilidad de que me necesite tanto como yo lo hacía.

Volteó la mirada saludando a sus compañeros, despidiéndose con la mano y alguna frase que ellos podían descifrar. Suele estar rodeado de gente, le gusta conversar con todos, pero aún así se siente solo en su interior.

—Ya vámonos, NaEun, estaba comenzando a dolerme el trasero.

Caminó a mi lado, contando algunos momentos que ameritasen que hable de ellos, sus labios siempre tenían algo que decir, pero sus ojos permanecían en el más tortuoso silencio.

Enlacé mi brazo con el suyo, pude notar el pequeño temblor que tuvo ante el contacto, haciéndome soltar una pequeña carcajada, me encantaba que sea tan débil pero tan fuerte a la vez.

Comentó varios lugares para ir a comer, no le presté atención a ninguno, solo admiraba la fluidez de sus palabras y el firme agarre de su brazo, en el que me sostenía. En cuanto fijó su atención en mí, asentí al ver que esperaba una respuesta, obteniendo una sonrisa de su parte que no tardó en ocultar bajando la cabeza y llevando su mano libre a la boca, para volver a hablar. Ahora con más comodidad, como si hubiese sacado un peso de sus hombros.

Íbamos a comer hamburguesas, como los días en los que teníamos tiempo libre y podíamos pasar tanto tiempo juntos, y eso me llenó de nostalgia, porque deseaba nuevamente haberme quedado atrapada en esa fantasía tan real y tan inocente de aquel entonces, en la que nos mirábamos a los ojos y enrojecíamos al instante, creyendo que nuestra historia iba a ser como la de los cuentos de hadas, que íbamos a vivir felices para siempre si estábamos juntos al fin.

Pero esto nos estaba consumiendo, y ambos lo sabíamos muy bien.

¿Por qué no me pediste que me detenga?

Lo hubiese hecho sólo por tí.

▫▫▫



❤🐇

mono; knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora