Capítulo 1: Sín nombre.

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No sé quién soy, no tengo padres cómo los demás niños. Me nombran de muchas maneras, "rara", "bruja", y últimamente me llaman "monstruo", ya que nombre propio no tengo. Tal vez me llaman así, porque puedo abrir puertas dimensionales a otros lugares lejanos de aquí, pero sólo sucede cuando me hacen enojar o estoy demasiado triste, creo que las emociones influyen mucho en eso. Y aunque no puedo controlarlo al cien por ciento, trato de no abrir ninguna puerta, ya que puedo hacer que "otros" entren, pero no puedo hacer que regresen... Sin duda soy una rareza de la naturaleza.

La mayoría tiene miedo de mí, por mi inusual habilidad, lo peor es que sólo tengo cuatro años. Me mantienen en un cuarto acolchonado y sólo tiene una ventana al patio trasero, al parecer vivo en un hospital psiquiátrico, ya que desde que tengo uso de razón estoy en este lugar, viviendo con pacientes que padecen de facultades mentales, y con médicos que no suelen ser muy amables. Ellos de vez en cuando me dejan salir a jugar con mi único amigo, un perro llamado "Noche", fui yo quien lo nombró así, debido que la primera vez que lo vi, estaba en un rincón del patio trasero y observé que su pelaje era tan negro cómo la misma noche, únicamente observaba sus ojos en la penumbra. Él se volvió mi mejor amigo, además me permitieron que él duerma conmigo, quizá lo hacen como único acto de compasión por mi.

Sólo espero que algún día, una familia quiera llevarme con ellos y tener una vida como los demás, sé que aquí no es un orfanato, pero no pierdo la esperanza de que pasará, cuando suceda, seremos Noche y yo muy felices

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Sólo espero que algún día, una familia quiera llevarme con ellos y tener una vida como los demás, sé que aquí no es un orfanato, pero no pierdo la esperanza de que pasará, cuando suceda, seremos Noche y yo muy felices.

Enfermera: Vamos niña rara, es hora de que salgas un rato al patio, y llévate a tu perro también.

Sí, señorita enfermera, ya vamos, ¡Andando, Noche!, debemos salir al patio.

Noche y yo salimos corriendo listos para jugar, pero cómo siempre, todos al verme se hacían a un lado, los internos sabían de mi poder y temían que les hiciera algo o los dañara, cosa que jamás haría. Me ignoraban sin siquiera dirigirme la mirada, me veían extraño y aunque me hacían sentir mal, ya me había acostumbrado.

Mientras Noche y yo, estábamos sentados bajo un árbol, me preguntaba qué se sentiría ser amado y querido por mamá y papá, jugar con otros niños, ir a la escuela, ser "normal" como los demás, eso era algo que me gustaría saber... Me sentía sola, nadie quiere estar conmigo, y si no fuera por mi perrito, estaría en completa soledad.

Enfermera: ¡Hey, pequeña monstruo!, es hora de que tú y tu perro regresen a su cuarto— dijo secamente.

Sólo asentí y entramos de nuevo a mi cuarto, nos sentamos en la cama recargados en la ventana, viendo hacia el exterior, pensando en cómo es la vida allá afuera lejos de los barrotes y las altas bardas del hospital. Pronto miré que el cielo comenzaba a ponerse oscuro, las enormes nubes se unían obstruyendo la luna y las estrellas, al parecer iba llover... Sería una noche fría.

—Monstruo, es hora de cenar—
Entró el doctor que estaba a cargo de mi, Williams se llamaba. Traía consigo la bandeja con los alimentos, dejándola sobre la mesa.

Terroríficas pero bellas pesadillas. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora