EL FLASH

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Siempre son los mismos síntomas. Yo los llamo, mis sensaciones.

Empiezo sintiendo las extremidades heladas. Incluso en verano, a pleno sol,  mis manos y pies se congelan de repente. Es una sensación desagradable , un entumecimiento que me dificulta su movilidad.

Continuó con un sonido resonando en mi cabeza, como un estruendo de campanas aturdiéndome.

Y por último, el flash. Ese rayo de luz, como el de las cámaras de fotos pero sin un foco origen, que me ciega durante unos segundos.

Entonces ya sé que debo mirar rápidamente a un espejo. No tengo mucho tiempo, debo ser raudo. Solo dispongo de unos minutos para hacer algo.

La primera vez que me ocurrió, no sabía esas pautas. Esa vez le sucedió a mi primo Andrés. Miré al espejo y mi reflejo desapareció, cubriéndose de una niebla. Como un cristal empañándose del vaho en la ducha. Paulatinamente, fue desapareciendo mi reflejo, y en su lugar surgió otra imagen. Esa vez fue la cara de un niño, mi primo pequeño.

Esa tarde mi tío llamó por teléfono a mi padre. Andrés había muerto. Su piececito se había atascado en la vía del tren y no pudo apartarse de la vía a tiempo. El tren lo arrolló.

Años después volví a sentir las sensaciones. Estando en la universidad mis manos se entumecieron, bajando de temperatura. Salí rápidamente del aula dirigiéndome al baño. Recordaba lo ocurrido con Andrés y busqué el espejo. Dentro de mi cabeza comenzaba a resonar ese sonido de campanas.

El flash me cegó hasta que poco a poco pude divisar la nube que cubría mi reflejo. Como la otra vez, se disipó lentamente y fue apareciendo un rostro. El de mi padre.

Corrí tan rápido como pude, buscando un teléfono. Le llamé al trabajo y a casa, pero no lo localicé. Cogí la moto dudando a dónde dirigirme. Al final me decidí. En el portal de mi casa había una ambulancia. Mi padre había sufrido un infarto en el sótano del aparcamiento. Llevaba varias horas allí cuando alguien lo encontró. Nada pudieron hacer por él.

Los años pasaron. La siguiente vez le ocurrió a mi hermano mayor. Tampoco llegué a tiempo. Mientras intentaba localizarlo por teléfono, ya era tarde.

Ahora siempre estoy preparado. Tengo mi móvil cerca y gasolina en mi moto para ir corriendo a dónde haga falta.

¡Ya empieza! Pero esta vez será distinto. He sentido el entumecimiento helado en mis pies y manos. Pero el sonido que resuena en mi cabeza no ha impedido que coja el móvil y salga disparado en mi moto. Me dirijo a la ciudad y llegaré dónde haga falta. En cuanto aparezca el rostro en el retrovisor sabré de quién se trata e iré a ayudarle. 

¡Ya saltó el flash! Durante unos segundos conduzco a ciegas. Acelero. Enciendo el móvil y selecciono el modo llamada. Marcaré el teléfono en cuanto sepa de quién se trata. En el retrovisor, la niebla empieza a disiparse y comienzo a divisar un rostro. Sigo acelerando.

No lo entiendo. Solo puedo ver mi reflejo...

Estrella Vega

CRISOL DE SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora