EL DESVÁN

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Alguien llamó a puerta y Gema, desde dentro, le indicó que entrase.

-Soy Gustavo, el nuevo vigilante de seguridad.

La mujer se levantó y le tendió la mano.

-Bienvenido. Sí, me dijeron q hoy se incorporaba el vigilante nocturno. Soy Gema, la vigilante del otro turno. Si te parece te enseñaré las dependencias del colegio. Todas las noches tendrás que hacer el mismo recorrido. Aunque ahora te parezca complicado se convertirá en una rutina.

Le mostró el armario donde se guardaban las llaves y cogió un manojo.

-Comencemos la ruta -dijo guiándole a través de los largos pasillos.

Empezó por la primera planta y le indicó cuáles eran las salas del jefe de estudios, la cocina, el comedor, la biblioteca, etc. En el segundo piso se encontraban las clases de los más pequeños. Desde infantil a la 4°ESO. Fueron revisando y cerrando una por una. En la siguiente planta encontraron la sala de profesores, varios despachos pequeños y el del director. Una escalera empinada y estrecha llevaba al desván.

Gema se volvió para seguir con la visita y él le pregunto:

-¿Qué es lo que hay arriba?

-Nadie entra allí jamás. Desde hace años esa puerta permanece cerrada. Los niños tienen prohibido el acceso y siempre está cerrada con llave.

-¿Pero tampoco entra el personal de limpieza? -insistió.

-No sube absolutamente nadie. Cuando yo entré me dieron la norma y mi antecesor la había recibido a su vez de otra persona. Hay una única llave que está en el despacho del director. Olvídate de esa habitación y sigamos con la visita.

Cuando termino de recorrer el enorme colegio volvieron al cuarto de seguridad. Gustavo no se había quedado satisfecho con la explicación y volvió al tema.

-Gema, perdona que vuelva a preguntarte. ¿Tú has entrado alguna vez?

La mujer se quedó unos segundos en silencio y luego respondió.

-Cuando yo entré era muy joven, y mi curiosidad me venció. Conseguí entrar en la buhardilla y me asomé. Solamente llegué a ver un montón de sillas amontonadas, cajas y trastos viejos. Había guardado mobiliario de algunas antiguas funciones, pero todo muy obsoleto. Sentí qué un miedo irracional se apoderaba de mí y rápidamente cerré la habitación. No he vuelto a intentarlo. Pero mi antecesor me contó que un vigilante de seguridad osó entrar.

-Y -respondió Gustavo-, ¿dijo qué es lo que vio?

-No pudieron averiguarlo. cuando llegaron a la mañana siguiente, había perdido la cabeza y lo único que dijo es que había visto unos ojos amarillos.

Él no se quedó muy convencido. Le parecía un cuento de niños, pero desistió. Gema recogió sus cosas antes de marcharse y se despidió de Gustavo.

-No hagas tonterías, chico. Aquí puedes vivir muy bien, el sueldo no está mal, y es un trabajo bastante sencillo. Sigue el itinerario que te he marcado cada 2 horas y mañana por la mañana te reemplazaré. Te dejo unos apuntes con datos que te vendrán bien. Donde están los fusibles, llaves, etc.

La mujer salió del despacho dejándole mientras revisaba las anotaciones.

Se sentía incómodo con el silencio y la oscuridad que reinaba en el antiguo colegio, pero intentó sobreponerse.

Consiguió realizar la ruta con éxito y volvió a su puesto.

Se sentó en el despacho a leer una novela de gazapos estudiantiles esperando su próxima salida. Creyó que le vendría bien un poco de humor entre esos antiguos muros de piedra. Y no se equivocaba.

Pasadas las dos horas, volvió a realizar la ronda. Fue por las aulas de los más jóvenes y siguió por el segundo piso abriendo y cerrando las clases. Finalmente, revisó el tercer piso sin novedad.

Cuando se disponía a volver a su puesto, creyó oir un ruido proveniente de la buhardilla.
Sabía que era improbable. Seguramente fuese obra de su imaginacion. Volvió a escuchar y no oyó nada. Pero su curiosidad era mayúscula. Sin pensarlo se dirigió al despacho del director y cogió la llave.

Subio con precaución por la estrecha y oscura escalera, poniendo atención a cada paso que daba. Abrió la puerta despacio y escudriñó con la linterna entre los bártulos sin saber bien lo que buscaba.

De repente los pelos se le erizaron y sintió un sudor frío.
Entre las sombras de la estancia había visto unos espantosos y brillantes ojos amarillos que le observaban.

La linterna se le escurrió de las manos y rodó por la habitación.

Cuando llegó Gema al dia siguiente encontró al joven sentado en el despacho.

-¡He visto sus ojos¡

Había perdido la razón.

Esa noche Gema tuvo que hacer doble turno. Después de terminar la ronda se dirigió al desván. Abrió la puerta y empezó a mirar alrededor entre los trastos. Encontró la linterna de su compañero debajo de una mesa llena de libros antiguos.

Al salir vio su reflejo en la ventana. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, unos tristes ojos amarillos.

Estrella Vega

CRISOL DE SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora