LA VERDADERA HISTORIA

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La oscuridad había llegado a Fort Sumner. El calor no había dado tregua durante el día y la noche tampoco mostraba atisbo de que fuese a refrescar. A lo lejos, el sonido de los grillos y algunos ladridos irrumpían en el silencio de la villa.

En la vieja caseta, la esperaba mientras jugueteaba con una brizna de heno seco. Miraba los filetes de ciervo que acababa de cortar, promesa de un inminente festín. Era mi última cena en casa los Maxwell antes de partir hacia México.

Me asomé por la pequeña ventana en dirección a la casa. Paulita se estaba retrasando. Intentaría convencerla para que huyese conmigo, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría su hermano. Pete era mi amigo, pero a pesar de ello, no le haría gracia que me la llevase. Mi vida estaba llena de peligros y traiciones a la vuelta de la esquina. Siempre huyendo y con gente pisándome los talones. Sé que no es vida para ella. Pero tampoco podría imaginarme la mía sin Paulita.

Tal vez si escapásemos a Oregón podríamos montar una granja donde nadie nos conociese. Yo trabajaría con las vacas y Paulita cuidaría de la granja y los niños. Niños... ¿Algún día podría ser padre? Mucho tendrían que cambiar las cosas para ello. Mi situación cada vez era más peligrosa.

Entonces la vi salir de la casa y cruzar corriendo la calle de tierra seca. Me alegré de haber cubierto los filetes con un trapo. Con el calor, y el olor a carne y a sangre, los insectos habían comenzado a congregarse en la caseta.

Paulita entró a hurtadillas y miró a su alrededor.

̶̶̶ ¿Billy? ¿Estás aquí?

Me abalancé sobre ella, sorprendiéndola y la abracé. Nuestros labios se unieron en un beso. Sentí el sabor a sal y me detuve a mirarla.

̶̶̶ ¿Estás llorando?

̶̶̶ Cariño, le he dejado ̶̶̶ me dijo ̶̶̶ . Llévame lejos, porque él no se rendirá. Vendrá a buscarme.

Sabía que ella tenía razón. Era la excusa que buscaba. Fuimos amigos en el pasado, pero su nuevo puesto le transformó. Se veía con poder y envidiaba la fama que yo, involuntariamente, había conseguido. Cuando nos cruzábamos, todo era amenazas, pero él no se atrevía a enfrentarse cara a cara conmigo. Sabía que yo era más rápido.

Ahora ella le había abandonado. Era una afrenta que no olvidaría. No tendría piedad y no nos perdonaría la ofensa. Garret se había ganado a pulso su fama del sheriff más duro del condado.

De improviso un ruido nos sobresaltó. Ella me miró con los ojos aún empapados de lágrimas, y una mancha roja surgió en su blusa, extendiéndose sin que yo pudiese hacer nada.

Garret se estaba vengando, permitiendo que la viese morir antes de hacerlo yo.

Estrella Vega

CRISOL DE SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora