A LAS OCHO

28 4 0
                                    

Terminó de vestirse. Después de tanto tiempo, por fin iba a regresar al hogar. Deseaba abrazar a sus padres y a su hermana. Sabía que estarían muy preocupados por él, sin apenas haber tenido noticias desde que le ingresaron, salvo alguna llamada la última semana. Hoy terminaría la separación. Tras dar negativo varios días seguidos, el alta médica fue la recompensa.

A pesar de ello, la felicidad no era plena. Iba a dejar de verla. Durante las dos últimas semanas había surgido la relación de amistad y, aunque ella no lo sabía, para él se había transformado en algo más. La admiraba por ser una luchadora, por su valentía, por volcarse con todos los pacientes, por seguir trabajando día tras día a pesar de tener el cuerpo agotado. Siempre con una sonrisa en el rostro, con palabras amables y la dulzura que transmitía con sus actos. No había conocido a nadie como ella. Y se había enamorado.

Recordó la tarde en la que ella irrumpió en la habitación con los ojos vidriosos. Él sabía que ella tenía el alma rasgada por todo lo que vivía a diario, por la tensión atesorada tanto tiempo y por las personas de quienes había tenido que despedirse, poniéndose en el lugar de los familiares. Aun así, ella sonrió y habló simulando estar bien. Ese día él hubiese querido abrazarla y consolarla, pero todavía estaba convaleciente y le fallaban las fuerzas.

Terminó de recoger sus bártulos y la buscó para despedirse, pero no logró encontrarla. El destino se burlaba de él. Tras preguntar por ella a varias compañeras, se tuvo que dar por vencido. La escribió una nota, la dobló en cuatro partes, escribió el nombre de ella. Antes de marcharse, se la entregó a la enfermera que se encontraba en ese momento en la sala de enfermería, y se encaminó a la salida.

En la puerta del hospital, esperaba su padre. Llevaba puesta la mascarilla, los guantes y las lágrimas, que desbordaron al verle. A pesar de las restricciones, se abrazaron.

Unos ojos de mujer asomaron por la ventana de la habitación abandonada, viendo la escena. Había estado atendiendo a un paciente que acababa de ingresar, y cuando acabó, él ya se había marchado. No le había dado tiempo a despedirse. Acarició la nota que guardó en el bolsillo, sin sentir consuelo, y siguió con la mirada al vehículo que se alejaba. Tras permitirse el pequeño descanso, regresó al trabajo. Aun le faltaba una hora para terminar su jornada y, como decía su madre, le quedaba mucha plancha por hacer.

Ese día él comió con su familia después de mucho tiempo. La mesa estaba completa. Ahora solo tenían que aguardar en casa a que todo mejorase. Pero sin prisa y dando tiempo al tiempo.

Al llegar la hora, su hermana les dio el aviso. Él había escuchado que la gente se asomaba al exterior y aplaudía a los Sanitarios y profesionales de servicios básicos. Cuando esa práctica surgió, él ya estaba ingresado, por lo que nunca lo había visto. Le hizo ilusión, y salió a la terraza con su familia. Tenía planeado aplaudir por ella y por todos los que le habían salvado la vida, a él y a tantas personas.

Se admiró al ver a la multitud fundida con aquel gesto, aplaudiendo y dando vítores. Personas que se asomaban y saludaban con la mano a los vecinos. Los vehículos de protección Civil y de policía, hacían sonar las sirenas. Su familia le lanzaba miradas cariñosas. Sintió que se le formaba un nudo en la garganta impidiéndole hablar, y los ojos se le humedecían. Observó a la gente en las ventanas de enfrente. No los conocía. Llevaban una vida tan distinta a él. Otros horarios, otras costumbres. Pero en ese momento, todos hacían lo mismo, todos estaban hermanados.

Entonces, el viento le gritó su nombre. Escudriñó entre la gente. Alguien le había nombrado. Sus pupilas se detuvieron en una joven que le hacía gestos. No se lo podía creer. Era ella, asomada, como cada tarde que libraba, al pequeño balcón. Ambos sintieron que el mundo se había parado aún más si cabía, y que los aplausos se acababan de convertir en la banda sonora de sus vidas.

Estrella Vega

26/04/2020

CRISOL DE SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora