SIN PALABRAS

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Todas las mañanas de los sábados eran especiales.

Cuando hacía frío, nos sentamos a su alrededor en el salón. La chimenea estaba encendida y el calor empañaba los cristales haciendo que la estancia resultase muy acogedora.

En cambio, con el buen tiempo, nos gustaba salir al jardín. Cerca de la fuente, nos sentábamos y él se ponía en medio. A veces, incluso, nos contaba alguna historia. Algo de su pasado. Posiblemente se lo inventase. Pero no nos importaba.

Era la mañana de un soleado día de noviembre. Aun así, la chimenea ardía y el olor inundaba la estancia. Nos sentamos en los cómodos sillones a observarle.

Pero esta vez era distinto. Algo había cambiado de forma irreversible y nos dimos cuenta.

Él observaba las casillas en blanco. Leía una y otra vez las preguntas, sin lograr entenderlas.

Nos miraba angustiado, pero ni siquiera podía explicarnos con palabras lo que sentía.

Nosotros le comprendíamos. Todos lo habíamos experimentado tiempo atrás. Unos antes que otros, pero el final había sido el mismo. Y también nos habíamos rendido. A partir de ahora, él tampoco volvería a intentarlo más. Se acabarían las mañanas especiales de los sábados.

Cuando llegó la cuidadora nos encontró consolándolo, nadie hablaba, y en el suelo, el crucigrama en blanco.


ESTRELLA VEGA

CRISOL DE SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora