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Disfruto de mis últimos momentos del embarazo, las grandes ojeras bajo mis ojos son un claro signo de que no podré aguantar por mucho más tiempo. A pesar de que me compré la almohada enorme que ocupa casi toda mi cama, no consigo dormir.

Suspiro antes de finalmente rendirme y levantarme. Observo en mi teléfono la hora: cinco de la madrugada. Incómoda y con insomnio, decido salir de aquí. Me coloco mi vestido más suelto, consciente de mi plan; cepillo mi cabello para que quede suelto y natural.

Abro con cuidado la puerta de mi habitación y rezo para que las bisagras no hagan el mismo ruido de siempre, alertando a Marvel. Donde voy, no lo necesito. Suspiro de alivio cuando no se oye nada, solo el leve ronquido del hombre que me cuida dormido en el sofá.

Me detengo a observarle por unos segundos. Claramente está incómodo, tiene el entrecejo fruncido y la boca en una sola línea. Sus pies están fuera del sofá, y a pesar de que está encogido, se nota que no cabe en él.

Agarro las llaves de la mesa junto a la entrada, abro la puerta y la cierro detrás de mí silenciosamente. Me aseguro mirando a cada lado que no haya nadie, pero entonces una mano en mi cintura me paraliza. Su respiración está justo en mi oreja y sé qué está enfadado.

-¿De nuevo escapando? -susurra.

Trago saliva sabiendo que no le puedo poner excusa, el pobre hombre duerme con un ojo abierto y el otro cerrado porque no sabe cuál será mi próximo movimiento. Ruje antes de acercarme a su cuerpo con posesividad.

-Entra ahora mismo. -ordena.

Niego rápidamente, alejándome de su toque porque me está poniendo nerviosa. Me giro para mirar sus ojos claros y su pelo ahora corto. Dafne le obligó la semana pasada a que lo cortara, según ella, demasiado largo. Y gracias a Dios que lo hizo, ahora luce mucho más caliente. Como si eso fuera posible.

-No, voy a salir.

-Es muy temprano para que me estés dando problemas, Karen.

-Marvel -digo su nombre alto y claro-, soy una mujer embarazada de casi siete meses que no consigue dormir más de dos horas. Lo único que quiero es ir al bosque a andar. No me fastidies el día, por favor.

No sabe qué decir, así que bajo los escalones y camino hasta mi coche. Es peligroso que siga conduciendo en mi estado, pero no me queda de otra. Me tengo que mover y soy la única que puede cumplir mis propios mandamientos.

Lo escucho maldecir antes de correr dentro de la casa, hacerse con sus cosas y volver hasta mí. Me quita de las manos las llaves, así que asumo que él conduce, pero me sorprende cuando rodea el coche y abre la puerta de copiloto, señala con la cabeza que entre y después la cierra.

El motor ruje en segundos, acelera y nuestros cuerpos se inclinan hacia delante por la velocidad. Son solo diez minutos los que conduce, después se desvía hacia la izquierda y entra en un estrecho camino de árboles verdes. Aparca dos minutos después a cinco metros del lago.

Salgo del vehículo y rápidamente siento cómo la felicidad plena rellena mi cuerpo. El frío viento congela mi rostro, apuesto a que mis mejillas están frías y mi nariz roja.

No me molesto en esperarlo, sé que ha venido hasta aquí solo para asegurarse de que estoy a salvo. No puedo esperar a que todo termine con el otro club... han pasado meses ya desde que murió Daniels, ¿por qué coño tengo que mantenerme encerrada en la cabaña? No tiene sentido.

Tanto Rosalía como Dafne, ambas, han vuelto a su vida normal. Incluso hasta salgo al club y la vida allí sigue como si nada, como si no tuvieran amenaza de muerte. Pero cada noche tengo que volver sí o sí a la maldita cabaña.

Lost & Found © (Bloody Hell MC #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora