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        El club está bastante silencioso, bastante raro teniendo en cuenta que son las once de la mañana y el establecimiento comienza a funcionar desde las nueve. Lo que significa que, por esta hora, Jem ya está harta de ir cerrando tratos y dar órdenes.

Después de haber pasado la peor noche de mi vida, conseguí volver a mi yo verdadera y ejercer de madre. Mi pobre hija me esperó pacientemente en su cuna compadecida de su madre vomitando.

Le di su baño y le coloqué su mejor outfit, ahora es una niña feliz. Por mi parte, me coloqué mis mejores mallas, intenté entrar en unos vaqueros, pero de un día para otro, mi vientre no estaba plano. ¿Cómo no lo noté antes? Absolutamente no lo sé.

Lo he acompañado con mi chaqueta de cuero y mis parches detrás, y aunque aún es pronto, tengo en mente mandar a hacer uno para Hera.

Detrás de la barra no hay nadie, ni siquiera las nuevas que deberían estarlo. Con Hera en brazos, avanzo hacia la puerta del club, pero antes de poder tomar la manilla, ésta se abre de un solo empujón. La aguda voz de Jem me perfora el tímpano.

—Te he dicho que no, ¡entiéndelo de una puta vez!

Nadie viene detrás de ella, o eso creía yo hasta que un cuerpo enorme aparece en el marco de la puerta y cierra la puerta de un portazo. Doy dos pasos hacia atrás, esperando que no me noten. Mala suerte la mía, no porque no me notan, al contrario. El hombre toma a Jem entre sus manos y estampa sus labios sobre los de ella.

La escucho protestar y por un momento hago el amago de intervenir, pero sus gemidos no tardan en calentar el ambiente. Tomo eso como mi salida y, con cuidado, abandono el club. Fuera, están todas las hermanas. Algunas fumando, otras simplemente de brazos cruzados.

—¿Por qué nadie me avisó que él estaba aquí? —pregunto.

—Nosotros tampoco hemos podido acostumbrarnos, él simplemente llegó. —contesta una de ellas.

Asiento. Coloco una pequeña gorra sobre la cabeza de Hera y algo de protección solar. No es que el clima sea extremadamente caluroso, pero sí que está pegando más fuerte de lo que solía hacer y no quiero que las mejillas de mi hija se vean afectadas.

Hera tiene ese gesto igual que su padre, aquél en el que rueda los ojos sin siquiera saber por qué lo hace, al igual que Daniels hacía. Por un momento, mi corazón deja de latir y se paraliza por el amor que tengo hacia mi hija.

—Está malditamente adorable.

Me giro más rápido de lo que esperaba, mi visión se vuelve borrosa por unos segundos y unos fuertes brazos me rodean antes de que dar un paso. Hera lo reconoce al momento y comienza a dar patadas para captar su atención.

Mi hija es una traidora.

Él encantado la toma aun sin soltarme. Besa mi mejilla antes de repetir la acción con mi hija, y ella, toda coqueta, agarra su rostro con dos manos para que no deje de besarla.

—Vaya, señorita coqueta, creo que le gustan mis besos. —ríe él.

Escucho un suspiro colectivo por parte de mis compañeras y por dentro algo crece. Me obligo a pensar que no son celos, porque yo no siento nada por Marvel. Él solo será el padre de mi bebé, listo.

—¿Nos vamos? —pregunta.

—Sí —asiento—, no quiero llegar tarde —tomo a Hera de sus brazos a pesar de las protestas de la niña, y de él también—. Nos vemos allí.

Lost & Found © (Bloody Hell MC #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora