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Valli. Siendo la más próxima a su madre, se adaptaba a ti de un modo parecido a ella, sin
mucho esfuerzo ni daño. Por tu parte, precisamente porque te recordaba a la madre, la
aceptabas con una actitud más benigna, aunque en ella no hubiese mucho material de los
Kafka. Pero quizás fuera eso lo que tú querías; donde no había nada de los Kafka, no
podías exigir nada de esa índole; ni tampoco tenías la sensación, que tenías con los otros
hijos, de que se perdía algo que debía ser salvado por la fuerza. También es posible, por
cierto, que nunca te haya gustado mucho el elemento Kafka, cuando se daba en las
mujeres. La relación de Valli contigo habría sido todavía más grata si los demás no la
hubiésemos perturbado un poco.
Elli es el único ejemplo de evasión, casi perfectamente lograda, de tu círculo. De ella es
de quien menos lo hubiera esperado, mientras fue pequeña. Era una niña sumamente
pesada, cansina, miedosa, descontenta, siempre con sentimiento de culpa,
exageradamente humilde, maligna, vaga, comilona, tacaña, yo casi no podía mirarla, ni
en modo alguno dirigirle la palabra, tanto era lo que me recordaba a mí mismo, de un
modo tan parecido a mí estaba ella bajo el poderoso influjo de tu educación. Sobre todo
su tacañería me resultaba odiosa, ya que posiblemente la mía era aún mayor. La tacañería
es uno de los síntomas más claros de que se es profundamente desgraciado; yo estaba tan
inseguro de todo, que sólo poseía realmente lo que tenía en las manos o en la boca o lo
que al menos estaba de camino hacia esos sitios, y eso era justamente lo que a ella, que
estaba en una situación parecida, le gustaba más quitarme. Pero todo eso cambió cuando
en años jóvenes -esto es lo más importante se marchó de casa, se casó, tuvo hijos, se
volvió alegre, despreocupada, valiente, generosa, desinteresada, optimista. Es casi
increíble que tú no hayas notado ese cambio y que en cualquier caso no lo hayas
apreciado en su justo valor, tan ciego te hace el rencor que siempre le tuviste a Elli y que
en el fondo le sigues teniendo, con la única diferencia de que ese rencor es ahora mucho
menos actual, puesto que Elli no vive ya en casa y además tu cariño a Felix y el afecto
que sientes por Karl han hecho que pierda importancia. Sólo Gerti tiene que pagarlas
consecuencias de vez en cuando10
.
En cuanto a Ottla, apenas me atrevo a escribir sobre ella; sé que así me juego todo el
efecto que tengo la esperanza de que produzca esta carta. En circunstancias normales, o
sea cuando no está pasando por una dificultad o peligro especiales, lo que sientes por ella
es únicamente odio; tú mismo me has admitido que, a juicio tuyo, no cesa de darte
disgustos y de hacerte sufrir intencionadamente y que, mientras que tú sufres por su
culpa, ella está tan satisfecha y tan alegre. O sea, una especie de diablo. Qué monstruosa
alienación, mayor aún que la que hay entre tú y yo, tiene que haberse producido entre ella
y tú para que sea posible un tan monstruoso desconocimiento de los hechos. Ella está tan
lejos de ti que tú ya casi no la ves, y pones un fantasma en el lugar en que imaginas su
presencia. Admito que con ella lo has tenido especialmente difícil. No acabo de
comprender bien un caso tan complicado, pero comoquiera que sea, ha habido ahí una
especie de Löwy, provisto de las mejores armas de los Kafka. Entre nosotros dos no ha
habido combate propiamente dicho; yo fui eliminado enseguida. Lo que quedó fue huida,
amargura, duelo, lucha interior. Pero vosotros dos siempre estabais en posición de

10 Para que se comprendan los vínculos de familia, téngase en cuenta que Karl (Hermann) era el marido
de Elli, y Felix y Gerti los hijos de ambos. La segunda hermana de Franz, Valli, estaba casada con Josef
Pollak. De todos ellos, sólo dos no murieron en los campos de exterminio nazis: Karl, que falleció antes, de
muerte natural, y Gerti, que se casó y se fue con su marido a la India.

Carta al padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora