29

170 8 0
                                    

de ello, tú en cambio te tumbas tranquilamente y dejas que yo te arrastre, física y
espiritualmente, por la vida. Un ejemplo: cuando hace poco querías casarte, querías al
mismo tiempo no casarte, eso lo admites en esta carta, pero, para no complicarte la vida,
querías que yo te ayudase a no casarte prohibiéndote ese casamiento por la “deshonra”
que tal enlace haría recaer sobre mi apellido. Eso, sin embargo, no se me ha pasado jamás
por las mientes. En primer lugar, yo nunca he querido “impedir que seas feliz”, ni en ese
punto ni en ningún otro, y en segundo lugar no quiero en absoluto que mi hijo me haga
semejante reproche. ¿Pero me ha servido de algo el haberme dominado y haberte dado
plena libertad para que te casaras? Mi aversión a ese casamiento no lo hubiera impedido,
al contrario, habría sido un estímulo más para que te casaras con esa muchacha, pues la
“tentativa de evasión”, como tú lo llamas, habría sido así perfecta. Y el haberte dado
permiso para casarte no ha impedido que me hagas reproches, puesto que demuestras que
de todos modos soy yo quien tiene la culpa de que no te hayas casado. Pero en el fondo,
en este punto y en todos los demás, tú a mí no me has demostrado sino que todos mis re-
proches estaban justificados y que aún faltaba uno que estaba más justificado que los
demás: el reproche de falsedad, de servilismo, de parasitismo. Si no me equivoco,
también con esta misma carta estás viviendo a mis expensas, como un parásito».
A ello respondo que la totalidad de esa objeción, que en parte puede volverse contra ti
mismo, no viene de ti sino de mí, precisamente. Esa desconfianza que tú tienes hacia todo
no es, sin embargo, tan grande como la que yo tengo frente a mí mismo y en la que tú me
has educado. No le niego una cierta legitimidad a esa objeción tuya, que además aporta
nuevos aspectos a la caracterización de nuestras relaciones.
Como es natural, las cosas no pueden encajar unas con otras en la realidad como
encajan las pruebas en mi carta, la vida es algo más que un rompecabezas; pero con la
corrección que resulta de esa objeción, una corrección que no puedo ni quiero exponer
con detalle, se ha llegado, a mi juicio, a algo tan cercano a la verdad que nos puede dar a
ambos un poco de sosiego y hacernos más fáciles la vida y la muerte.

Carta al padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora