... Y TODO UN CABALLERO

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Dos días después del incidente de la piscina decidí que no podía seguir ignorando a Edward, prácticamente me había encerrado en mi habitación de la vergüenza.

Yo era la dueña de casa y no podía dejar que esto me limitara, ni que mi tranquilidad dependiera de un simple jardinero. Si tan sólo fuera simple. Pero no, tenía que ser tan guapo.

Salí a caminar esa mañana, pareciendo que no tenía nada en mente. Lo vi trabajando muy cerca de su derruida casita, parecía muy atareado.

—Hola— es todo lo que se me ocurrió decir, batallé mucho para no volver a sentir vergüenza.

—Hola Bella— se levantó. –Lo siento, no me disculpado formalmente. Te presento mis excusas, fui un tonto el otro día— se veía tan lindo así, medio sudado y con las manos sucias.

—Olvídalo, de todas formas tuviste buena intención— miré hacia otro lado ya que mis ojitos se iban siempre a su pecho y sus bíceps y no estaba bien que fantaseara con alguien del servicio.

—Como digas— sonrió. Tal vez debería irme antes de hacer lo que mis instintos me mandan y lanzarme sobre el jardinero.

Moría por sentir sus labios, enredar mis dedos en su cabello. ¡Basta!. Papá me mataría, además soy una chica con fortuna. Mi lado negativo decía que una aventurilla no le haría mal a nadie. ¿Qué mal puede hacerme divertirme un poco?

— ¿Me veo bien?— pregunté.

— ¿Perdón?

—Nada. Es que… necesito una opinión masculina. Ángela no es de mucha ayuda. ¿Te parece que me queda bien esta ropa? Es que voy a recibir visita— fue lo único que se me ocurrió para alargar la conversación.

—Sí, claro. Te vez… muy bien. Más que eso— era mi imaginación o Edward se abochornó. Vaya, no creí tener tanto poder.

—Gracias, pensé que tal vez si me quito la blusa y sólo me quedo en top— desabroché mis últimos botones y retiré la prenda. Cuando lo vi tenía los ojos muy abiertos, parecía que se había asustado.

— ¿Te parece mejor?— pregunté pero no respondía. –Edward— volví a insistir.

—No, creo que con la blusa puesta es mejor— se ruborizó.

Punto para Bella, había dejado mudo a mi jardinero.

— ¿en serio? Bueno— volví a ponerme mi blusa.

— ¿Va a venir tu novio?— dijo más calmado.

—No tengo novio— di unos pasos hacia las plantas que tenía, apenas eran pequeños brotes.

— ¿No? Qué raro— lo miré.

— ¿por qué te parece raro?

—Bueno, cualquiera supondría que usted… tú, deberías tener muchos pretendientes— otra vez parecía en problemas, su rostro cambiaba de color cuando se abochornaba o hablaba de cosas personales.

— ¿Pretendientes? Bueno… si te refieres a jóvenes que me visitan con el afán de que acepte salir con ellos… si, algunos— recordé a Mike, Erik, Tyler.

—Es… lógico— su mirada cambió, un ligera muestra de dolor lo delató.

Sí, yo no le era indiferente. Magnífico.

Eso era lo que necesitaba, una diversión, podía flirtear un poco con él. No me haría daño un romance de verano, tal vez le diera una medida de adrenalina a mi vida.

¿Pero con el jardinero? Estaba como quería, si tan sólo me acercara un poquito más.

— ¿Y tú? ¿Tienes novia?— di un par de pasos hacia él.

— ¿Yo? No, no— otra vez vi sus mejillas colorearse, magnifico no era la única que se ruborizaba.

—Eso es… un desperdicio— pegué mi cuerpo contra el suyo, pareció nervioso pero no se apartó de mi, con mucho cuidado elevé mis manos hasta tocar su sedoso cabello, jugueteé con él.

Con delicadeza junté mi boca a la suya, besé su labio inferior. Edward no se movía, así que me separé y lo miré, parecía una estatua ¿estaría en shock?

— ¿No te gusto?— no sé porqué preguntaba, era obvio yo era muy guapa. Lo que no entiendo es cómo se me ocurre lanzarme así. Si me desprecia el jardinero, voy a necesitar terapia de autoestima.

—No… no creo que esto sea correcto— dijo tartamudeando.

— ¿Correcto? Sólo sería incorrecto si no te gusto— no iba a dejarlo así tan fácil, no cuando parecía que sólo era su conciencia la que se interponía. Y por supuesto que nadie iba a enterarse, mi padre lo despediría, me daría un buen sermón y mis amigos se reirían de mí.

Traté de acercarme otra vez pero Edward pero me tomó de los brazos firmemente y no me dejó llegar a él.

—Esto no está bien… señorita— era la primera vez que me rechazaban.

Jamás en mis 18 años me había pasado algo como eso, es más era yo quien siempre debía poner freno a los chicos y sus hormonas, cada vez que salía con alguien e intentaba besarme. Y Jacob, siempre quería más, toques, roces…

—Está bien, entiendo que no te guste y no me llames señorita— tuve que luchar mucho para que mis lágrimas no salieran, pero eran de rabia. Era frustrante que la primera vez que yo tenía ganas de besar a alguien, él no quiera.

—Bella… eres más, mucho más hermosa de lo que merezco— todavía me sujetaba los brazos pero sus manos parecieron acariciarme, sus dedos apenas se movieron pero sentí que sí quería.

—Entonces ¿Por qué me rechazas?— parecía tener un conflicto interior, lo vi vacilar, sus ojos me decían una cosa y sus reacciones otra. No entendía y quería saber lo que pasaba por su cabeza.

—No es eso… es que, no puedo…— ¿no puede? Es sólo un beso, flirteo, coqueteo. Bueno tampoco me opondría a que me acaricie. Pero yo no lo quería para novio.

— ¿Por qué?— ahora sí me había picado en la curiosidad.

—Tu padre ha confiado en mí, abriéndome las puertas de esta casa y no quiero defraudarlo.

—Pero él no se va a enterar— traté de poner la carita más inocente que pude.

—Yo no podría… me sentiría culpable— ¿qué teníamos aquí? ¿Un chico… correcto? No, eso ya no existía, sólo los había conocido en los libros de Jane Austen.

— ¿Pero sí te gusto?— ya no presionaría más, sólo quería saber. Simple curiosidad y un tantito de vanidad.

—Más de lo que puedo expresar— sentí escalofríos cuando me miró. Santos cielos, con un sí me habría sido suficiente ¿qué quería decir con eso? Era un sí pero con creces. Ya estaba contenta, por hoy.

Sentí vibrar mi celular y tuve que contestar, era una llamada de mi padre

—Si papá— dije lo más feliz que pude.

—Bella quiero almorzar contigo, necesito hablarte de algunas cosas ¿Quieres alcanzarme en el Rochester?— miré mi reloj, apenas tenía tiempo para alistarme y pedir que me llevaran.

—Sí, claro, allí estaré— suspiré al cortar la llamada. Hora de que esta linda chica deje de coquetear con los sirvientes y salga al mundo real.

—Debo irme. Lo siento, de veras, si quieres no volveré a molestarte… espero que… que hagas como que nada pasó ¿Sí?— más o menos tenía esa estrategia en mente ya volvería a la carga otro día.

— ¿Cómo podría?— volvió a dejarme muda al decir eso ¿Qué rayos significaba?

—Tienes razón Edward, esto no está bien. Adiós— me fui sin mirarlo, esperaba lograr que sus tan calmadas hormonas se alocaran por mí.

Lo confieso había sido muy intenso coquetearle al jardinero, me habría agradado un buen beso y algo más pero por hoy era suficiente, ya lo haría caer.

El Jardinero - Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora