¡NO!

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Una mañana me desperté muy temprano, puse el despertador antes de las 7 para salir a ver el trabajo de Edward, sabía que él se levantaba temprano y papá había salido a Seattle.

Efectivamente lo encontré muy concentrado armando mi glorieta.

—Hola guapo— Me acerqué con cuidado y besé su cuello.

—Bella… nos pueden ver— sonrió, sabía que aquel beso lo había excitado, yo estaba más que dispuesta, tantos días de abstinencia me hacían pensar en las más extrañas posiciones.

—No hay nadie, llévame contigo, vamos— me mordí el labio inferior y le hice señas, entendió al instante porque sonrió.

—Estoy trabajando— sonrió.

—Pues yo te tengo un trabajo especial ¿Crees que puedas?

—Será un placer— se levantó y caminamos con rapidez.

—Te extraño— le dije cuando estábamos por llegar a su casita. Me tomó en sus brazos y me besó con toda la pasión que esperaba. Cuantos deseos tenía.

— ¿Quiénes eran esos tipos? Los del otro día— preguntó.

—Un socio de papá y su hijo. Toda la semana he tenido que salir con ellos a comer, a cenar y a reuniones.

—Ya estás aquí, no tienes idea de cuánto te he extrañado— me bajó al lado de la cama. Ya podía sentir lo que se aproximaba y estaba tan deseosa. ¿Algún día podré sentirme así de ansiosa por alguien más? ¿Podré desear a otra persona más de lo que ahora deseo a Edward?

Sus besos acallaron el último de mis pensamientos y me concentré en sentir. Ahora, en este momento, Edward lo era todo.

Sus rápidas manos me quitaron el ligero vestido y suéter que traía puesto, ya estaba húmeda para cuando toqué la cama. Edward todavía traía toda su ropa pero eso se podía arreglar, empecé desabrochar su camisa.

—Dame un minuto— se levantó y me dejó sola antes de taparme con una cobija. Sí que me estaba haciendo esperar.

Casi grité cuando regresó tenía las manos heladas.

—Lo siento, tenía que lavarlas— sonrió metiéndose conmigo en la cobijas. Sentí sus dedos hurgar mi interior, estaban fríos pero exquisitos, contrastaban con mi piel ardiente.

— ¡Edward!— grité cuando sentí uno de sus dedos adentrándose en mí, lo movió en varias direcciones hasta que solté un sonoro gemido. No dejó de moverlo en ese preciso lugar hasta que mi cuerpo empezó a temblar.

Todavía no me recuperaba cuando sentí su masculinidad en mi entrada. Dios mío este hombre era una verdadera tentación.

— ¿Quieres probar algo nuevo?— me susurró aún sin inmiscuirse en mí.

—Sí, lo que quieras— a este paso si me pedía matrimonio lo aceptaría. Bueno estaba muy excitada.

—Date vuelta— abrí los ojos desmesuradamente y casi me ahogo ¿Había oído bien? Madre santa ¿Habría el virginal Edward Masen leído algún libro erótico o visto pornografía? Bueno, eso íbamos a averiguarlo.

Hice lo que me pidió, escuché algunos sonidos típicos del látex del preservativo. A mí se me había olvidado, que iba a andar pensando en esos detalles cuando tenía semejante semental a punto de entrar en mí. Pero agradecía en el fondo que fuera tan precavido.

Levantó mi cintura con una mano y me puso en posición. Pensé que dolería pero estaba tan mojada por mi anterior orgasmo que su miembro resbaló en mí sin ninguna dificultad. La sensación de esa penetración era intensa, mucho más que la forma tradicional, sentía que tocaba mi vientre.

El Jardinero - Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora