TENGO TIEMPO PARA CONOCERTE

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Caminamos un trecho sin decir nada, a lo lejos vi el bosquecillo, era mi lugar feliz en la tierra, con árboles frondosos y muchas flores silvestres. Un lugar a dónde iba a pensar o cuando estaba triste.

— ¿Vas a vivir aquí o sólo vendrás en el día?— le pregunté a Edward, sabía que en la parte más alejada de la casa, había una pequeña cabaña abandonada que fue de un guardabosques pero cuando mi papá compró el terreno y le puso cercas allí se quedaba el jardinero. Pero hacía mucho tiempo que solamente contrataban personas para trabajar de día.

—Su padre… tu padre me permite quedarme, no tengo dónde vivir, así que a partir de hoy viviré aquí— dijo con algo de tristeza.

— ¿Has visto la casita del bosque?— pregunté corriendo hasta llegar a mi árbol favorito. Entonces lo sentí llegar a mi lado.

—Pensaba repararla hoy, tiene muchos agujeros en el techo y hay que arreglar la puerta pero será bueno vivir allí—sonrió, parecía tan inocente.

— ¿Crees que podrás plantar más flores aquí?— pregunté, siempre había querido que esta parte de la casa tuviera más color, había un pequeño claro donde me gustaba echarme a pensar—

—Las que quieras. ¿Te gustan los narcisos, las petunias?— preguntó.

—Quisiera flores silvestres, de esas que crecen en el bosque, antes habían pero un día un jardinero trató de plantar tulipanes y removió la tierra, nunca más crecieron esas lindas flores de campo— suspiré recordando lo bonito que era este lugar cuando era niña.

—Me encargaré de ello, tendrás tus flores silvestres— sonrió.

Caminé un poco más hasta que en lo alto un árbol divisé una rica y jugosa manzana, se me hizo agua la boca mirando aquella fruta pero hacía años que no trepaba en un árbol, ya no creo que pudiera aunque lo intentara.

— ¿Quieres que la baje?— Edward se dio cuenta que miraba la fruta.

—Puedo hacerlo yo misma— dije altaneramente.

En lo que me metía, además con esta falda dudo mucho que pueda subir sin que se me vea el alma. Hice el ademán de pretender trepar pero escuché a lo lejos que me llamaban.
Era la voz a Ángela.

—Creo que te buscan— dijo Edward algo serio. Entonces mi celular empezó a vibrar. Lo saqué de inmediato y contesté.

—Dime Ángela— era el número de la casa.

—Señorita, el joven Newton la busca— otra vez Mike aquí, ¿cuándo iba a entender que no me gustaba?, era irritante tener que soportar sus visitas, sólo lo hacía porque mi padre tenía muchos negocios con el señor Newton sino yo misma sacaría a patadas a su hijito.

— ¿A qué viene? Ok Ángela voy en unos minutos, dile que espere y sírvele una manzanilla a ver si se duerme— corté la llamada con enfado.

Ahora tenía que soportar al menos una hora a Mike y su eterno discurso de lo que hará con su vida ahora que terminamos la prepa y todas las universidades que le han ofrecido una plaza.

Yo todavía quería quedarme una temporada más aquí, tal vez hasta que termine el otoño, si, después que caiga la última hoja seca me iría a estudiar lejos.

De pronto alguien cayó a mi lado de un salto, casi grité. Era Edward y en sus manos traía la manzana. Me asustó un poco pero al ver la fruta casi le salto encima.

—Debes lavarla primero— me regañó.

—Estaba en el árbol, nadie la tocó— le dije presumida.

—Quizás algún pájaro defecó allí— sonrió torcidamente cuando estaba a punto de darle una mordida a mi manzana.

Puse cara de asco. Di media vuelta y empecé a caminar hacia mi casa.

Este jardinero era de lo más sexy y un poco arrogante pero tenía más de medio año para conocerlo, la primavera apenas comenzaba.

El Jardinero - Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora