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Su respiración estaba agitada, metiendo desesperadamente sus pocas cosas en una mochila, la única que tenía. Sus ojos rojos se estaban nublando en cada segundo ¿Qué era lo qué hacia allí?

—¡JIMIN! ¡JIMIN! ¡ABRE! —aporreó la puerta girando la perilla que estaba asegurada bajo llave —Por favor, mi mielecita... Jimin...

El pelinegro bajito dejó de respirar y moverse, su vista se quedó en la puerta empezando a llorar, se aferró a sus piernas casi lastimándolas, sabía que era lo qué le pasaba, estaba teniendo un ataque de pánico. Eran pocas las veces que le ocurrían, mayormente cuando se veía muy amenazado, tal como sucedía en los días malos junto a su padre, solo que en esos momentos pasaba horas encerrado llorando hasta que pasara de manera natural. Se escondió en sus piernas tratando de que su corazón dejara de doler y sus lágrimas descender por sus mejillas.

Él no podía, si se quedaba arrastraría a Yoongi, lo destruiría y lo dejaría perder todo que con tanto esfuerzo estaba haciendo crecer. ¿Qué era él?, un simple doncel que se estaba aprovechando de su amabilidad, dinero, tiempo y sus conocimientos en leyes debido al asunto de su padre, un chico común que abría las piernas para hacer caer rendido al rubio a sus pies, era cierto.

Todo lo que el padre de Yoongi le dijo, era cierto. Debía de irse y dejar de fastidiar al mayor, evitar que le quitaran la herencia y el puesto en el Bufet de su padre.

Aunque, no quería hacerlo, se negaba a dejarlo. Tenía por fin a esa persona a su lado que le decía cosas bonitas, le daba ánimos y aliento en sus días, lo cuidaba acariciándole los cabellos y besaba dulcemente haciendo que se sintiera tan bien, todos los días, en cada minuto; tenía a alguien a quién entregar su corazón.

Sus lágrimas no dejaron de caer frustrado de no poder pararlas, sus piernas temblaban y el aire lo estaba empezando a ahogar cuando de pronto sintió unos brazos envolverle devolviéndole la respiración, el cuerpo caliente lo abrazó fuertemente poniéndolo dentro, junto a su pecho, sus dedos pálidos se metieron en sus cabellos para peinarlos y sus labios besaron su cabeza pelinegra.

—Tranquilo bebé, todo está bien. Tranquilo ojitos.

Su voz varonil y susurrante lo tranquilizó como no imaginaba, dejó caer todo en el regazo de su calor, su respiración se normalizaba y sus manos dejaban de temblar al compás de sus caricias, la noción volvió, dándose cuenta del perfume que se metía ligeramente en sus fosas nasales, ahora pudiendo colocar sus manos en el pecho y frotarse allí, era Yoongi quien lo abrazaba.

—Así bebé, lo estás haciendo bien —besó de nuevo sus cabellos no dejando de pasar sus manos en la extensión de sus brazos. Estaba molesto, bastante, que empezó a formular ideas de venganza en contra de su propio padre, no debió meterse en su casa y mucho menos atacar a Jimin, con el tonto argumento de quitarle la herencia y correrlo del bufet; idiota. Todos sus bienes eran fruto de su trabajo, su padre no tenía nada en ver en todas sus riquezas, y el bufet, quiso reírse, podría armar uno mejor y aplastar al otro, su padre lo sabía. Era una amenaza para él, no solo porque podría crear su propio negocio, sino porque estaba consiguiendo lo que su familia nunca tuvo, a un doncel. Lo supo, su padre estuvo enamorado de uno cuando fue obligado a casarse, desde el fondo sabía que estaba cumpliendo lo que él nunca pudo, pero Jimin no era alguien con quién desquitarse.

No debía preocuparse, después hablaría con el anciano y lo obligaría a disculparse con su algodón de azúcar.

Escuchó sus suaves respiraciones más armoniosas y esos dedos apretar la camisa de su traje, pasó sus manos debajo de sus piernas cargándolo sin dificultad depositándolo en la cama encima suyo, miró las pestañas aún con gotas en ellas y esos rojos calmados —Ojitos — lo llamó suavemente en su oreja cerca —Mírame.

Enseñando al Nerd (HopeV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora