El hombre miró con diversión los papeles desperdigados por el escritorio, en sus manos había una navaja suiza de brillante color negro carbón, jugaba con ella.
«Levi...Levi...Levi», se repitió con diversión.«Quien lo diría, el enano mala cara enamorado...y no solo eso, sino que con una hija.», soltó una carcajada y clavó la navaja sobre la mesa, sus ojos brillaban con anhelo mientras que sonreía de lado.
No podía esperar más para arrancarle toda su maldita felicidad a Arckeman.
...
La castaña acomodó sus gafas mientras miraba como Emma realizaba algunos ejercicios matemáticos en su cuaderno. Sin duda era una mini genio, claro que Hange se atribuía parte de los créditos, pues era ella la que cada dos días le daba tutorías, y no precisamente por ir mal en el colegio.
—Así que deducimos que X vale 32, ¿No?—preguntó la pequeña, mirando a su tía.
—Muy buen trabajo, Emma.—felicitó dándole una palmada en el hombro, tratando de no ser muy brusca.—Mejoraste en tiempo.
Emma sonrió abiertamente mientras sus ojitos brillaban.—¿Cuánto?
—La vez pasada fue 5:48, ahora, igual, con siete ejercicios, fue 4:32.—Hange le mostró el teléfono en sus manos, infló el pegó orgullosa de los frutos de su esfuerzo.
—Eren estará orgulloso cuando venga y vea lo lista que soy.—dijo con una sonrisa de lo más dulce, comenzó a guardar las cosas.
Hange sonrió un poco, apenada. La menor no era consciente de que tal vez no despertaría. Emma llevó su mochila hasta su lugar y luego volvió a la mesa, encontrando a Hange más pensativa de lo usual.
—¿Sucede algo, tía?—cuestionó mientras se sentaba, batalló un poco por su corta estatura, heredada por su puesto de sus padres, ambos de muy corta estatura.
La castaña se perdió por momentos en si misma, no sabía por qué, pero las palabras de la pequeña le habían recordado a Levi. El pobre sufría día con día al ver a el amor de su vida postrado en una camilla. Sin duda, Eren no era el mismo, su piel se había aclarado un tono tal vez, por la falta de exposición al sol, había adelgazado considerablemente, el cabello lo tenía muy largo, hasta los hombros, pero lo más significativo eran los moretones constantes en su cuerpo. Eso la estremecía, pues si lo veías con la cabeza fría, sin problemas se asemejaba a un moribundo.
—¿Tía?
Hange parpadeó volviendo a la realidad, miró a Emma, quién la miraba preocupada. Sonrió y se acomodó las gafas intentado ocultar la humedad de sus ojos.
—Estoy bien—aseguró.—, ahora, vamos por unos chocolates, tu padre tardará en volver una o dos horas más.
La pequeña sonrió, no tardó ni dos minutos en ponerse un abrigo y sus zapatos, hacía frío afuera.
Luego de vestirse adecuado al clima, Hange y Emma salieron tomadas de la mano en busca de alguna cafetería cercana. La mayor no podía dejar de indagar en el tema de Eren, le daban escalofríos el tan solo pensar que el moreno ya no despertaría, pensó en distintos escenarios, todos para nada alentadores, no podía imaginar el dolor de Levi, Emma y Mikasa al perderlo, le costaba creer el vacío que dejaría en muchas vidas, inclusive la suya.
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VIDA (SEGUNDA PARTE DE "NUEVO INQUILINO*)
Hayran KurguTras el accidente, nada volvió a ser igual. (N/A: Recomiendo leer la primera parte para poder comprender mejor la historia.)