Atiende la llamada.

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Una semana después...

Los pobres malaventurados como yo, tenemos peores problemas que un brazo roto jugando a la pelota, tenemos que responder a los llamados de nuestro subconsciente antes de un derrumbe interno.

Desperté a media noche asustado, digamos que tuve una pesadilla ordinaria, siempre pasaba cada 17 de cada mes sin falta, era una tradición que mi mente cumplía religiosamente hasta hoy. Sentándome en la cama dejando que mi corazón recuperara su ritmo normal me talle la cara con mis propias manos, esto era normal, pero no significaba que me acostumbrara. Me puse de pie por fin y empece a cantar una simple nota para buscar mi gema, casi siempre la perdía porque mi perro la usaba como juguete, era un zafiro amarillo que brillaba como el sol y brillaba desde un mueble lleno de libros, lo tome y empece a tocarlo, a veces me servia como calmante.

Me asome por la ventana de mi capullo, aun no salia el sol y ya no me quedaba nada de sueño, podía esperar un poco hasta que amaneciera, al menos tenia a las estrellas como compañía.

Pero algo no estaba bien.

Podía sentirlo, algo malo estaba a la vuelta de la esquina, o tal vez aqui mismo. Si me daba la vuelta un mal presentimiento recorría mi cuerpo y no podía dejar de mirar hacia el horizonte, el sol parecía que no faltaba mucho para que se asomará.

"Tal vez pasa esto porque quieres verme" ¿Yo? ¿Querer verla a ella? Nunca, por mí que se la coman. Maldije la voz de mi cabeza y me forcé a volver a las sábanas, descansaría lo que pudiera.

Sin embargo, esos llamados nunca pararon.
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Por fin había dado el inicio de una nueva semana, parte de la semana anterior había sido muy pesada por razones obvias y yo había hecho lo posible por no salir de casa, no había impartido mis clases y dejé de ir con el grupo de Congelados, me sentía mal porque me alejaba de mis distracciones de todos estos bobos problemas insignificantes pero al menos tendría más tiempo para ver y acompañar a Aspen en sus prácticas deportivas, además no es como si alguien estuviera esperando por mí. Ahora después de que mi amigo y mi mano derecha me convenciera de salir estaba con el en uno de sus diarios entrenamientos, no era la mejor de las mañanas.

-Listo, parte 1 de la rutina de hoy terminada.- Canturreó Aspen saliendo de su entrenamiento en un gimnasio, se veía como una flor y yo que lo había acompañado estaba empapado de sudor y con las piernas temblorosas.

-¿Todavía haremos más entrenamiento?- Tomé la pequeña toalla que colgaba alrededor de mi cuello y la pasé por mí frente limpiando las gotas indeseadas, lo que más odiaba de acompañar a Aspen era sudar precisamente.

-Pues si, soy una persona comprometida con su rutina.- El anaranjado parecía orgulloso de si mismo y se veía a kilómetros que tenía energía para seguir todo el día. -Pero podemos descansar si no puedes más.-

-No, si puedo.- Gruñí y mi amigo rió. -He dominado poses en el yoga mas difíciles que esto.- Aspen sabía que era muy orgulloso para admitir que en algo no era bueno así que solo me dió la razón.

-Si como tú digas.- Entre risas caminamos a un entrenamiento de basketball que Aspen tenía con Chiquilina, Ripley entre otros, justo en ese momento la reina de Villa Troll paso frente a nosotros hablando con su padre sin notar nuestra presencia, yo no le tome importancia pero la voz de Aspen me tomó por sorpresa.

-¿Y ya le dijiste a Poppy?- Alcé mi ceja confundido. -Que no volverás a participar en una hora de abrazar jamás.-

-¿Por qué tendría que decirle?- Pregunté esta vez sin hacer contacto visual, no quería que Aspen se hiciera el psicólogo y me empezará a preguntar más cosas.

Mala Fama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora