Capítulo VIII

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Intenté seguir a Susan, pero se me hizo bastante difícil hallarla, y la verdad, me estresé un poco. «De nuevo sentimientos humanos» pensé, un poco incómodo, pero lo bueno de ser ángel de la muerte es que si tenía sentimientos humanos, ya era normal para mí, y si los sentía de vez en cuando seguiría siendo natural solo si estos no me afectaban mentalmente.

Está dentro del agua pronuncié en voz baja, mientras me encontraba en lo más alto de una montaña que llevaba a un río enorme y profundo.

Me lancé de la cascada sin pensarlo demasiado y me sumergí en el río, estaba muy frío; la busqué por unos segundos y de repente sentí su presencia. Ella estaba flotando en la nada con los ojos cerrados, así que me acerqué lo más que pude y fue tanto el acercamiento que sentí su calor corporal desvaneciéndose por el frío que le estaba causando estar a tal profunda del río.

Ella abrió los ojos al sentirme cerca, se asustó y gritó dejando entrar gran cantidad de agua a sus pulmones. La subí a la superficie rápidamente.

Ella comenzó a expulsar el agua mientras tosía, angustiada.

¿Estás bien? le pregunté.

Eso creo. ¿¡Dios, cuál es tu problema!? Me asustaste. expone ella gritando. Ni siquiera te vi venir.

Estabas pensando en muchas cosas, Susan. Tu mente estaba gritando.

La miré fijamente, ella se sintió incomoda y bajó mirada apenada, y luego se escurrió la camisa. No entendía su actitud. Yo la veo con firmeza, pero mi mente estaba en blanco, solo era entretenido lo que estaba haciendo.

Podrías voltearte un momento, necesito quitarme la camisa.

¿Y quieres que me gire? ¿Por eso? le pregunté incrédulo.

¡Sí! ¡No quiero que me veas desnuda!

Fruncí el ceño, no entendía por qué tenía pudor, es casi un ángel, a nosotros no nos importa ver a un humano al desnudo, es natural. ¿Así vinieron al mundo, no? Me giré solo para complacerla, y de pronto llegó Ezequiel, Zacarías y Hemías, todos la miraron extrañados y ella se dio cuenta que estaban ahí.

¡Ah, carajo! gritó ella, avergonzada, se vistió rápido nuevamente sin poder cumplir su deseo de escurrir la ropa.

¿Cuál es su problema? me preguntó Zacarías.

¡Estoy desnuda! ¿¡Acaso no me están viendo!?

¿Y a nosotros qué nos interesa verte así? ¿No es lo mismo que verte vestida? agregó Hemías con el ceño fruncido.

¿Qué? ¡Están locos!

¡Susan, por Dios! ¿Creíste que los ángeles no podíamos ver a través de la ropa?

¿Qué? expuso ella, intimidada. Yo solo estaba callado, no quería sacar ese tema a relucir, creería que en algún momento la podríamos acosar. ¿Pueden ver a través de mi ropa?

Eso hizo Jeremías cuando te encontró, tuvo que hacerlo para asegurarse de que no tuvieras nada que lo dañara a él. ¿Verdad, Jer? dijo Ezequiel. Yo bajé la mirada y toqué mi cabeza, realmente no quería que ella se enterara.

Ángeles de la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora