Capítulo XIV

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Susan

Estaba de noche cuando empezó a caer una lluvia perpetua, cada gota que se posaba sobre mí se sentía fría, además, las nubes no dejaban de tronar más allá de las montañas. «Creo que no lo pensé bien, no elegí un buen sitio para pasar este tormento» me dije en mi mente.

¡Dios, esto está matándome! grité desesperada intentando soltarme de las cadenas, en donde yo misma me había encadenado. Sam corrió hasta a mí, asustado. ¡Haz, que esto se detenga, por favor!

— ¡No sé cómo hacerlo, Susan! Gritó él, desesperado. Necesitas de alguien que te ayude.

En realidad, no le estaba hablando precisamente a Sam, sino a Mark, pero llevaba tiempo que no percibía su esencia dentro de mí.

Creo que lo mejor es llamar a Jeremías insinuó él, cuando entró en pánico.

¡Qué no se te ocurra hacerlo! exclamé, indispuesta. No quiero tener que lidiar con él de nuevo hasta que traiga a Bowreen de vuelta.

La lluvia cada vez se hacía más fuerte.

¡Pero es que no sé qué te pasa! Gritó él, mirándome a los ojos, parecía querer llorar por la angustia que sentía. Estoy asustado, Sue. No quiero que mueras.

Yo sí sé lo que me pasa, pero no puedo hacer nada más que soportar esto le expliqué, manteniendo la calma para que él no le diera más vuelta al asunto. Estoy tratando de llamar a Mark y no me escucha.

Comencé a llorar desesperadamente.

Lo siento, lo siento. Esto no debía pasar.

Sue me dijo él, al mirarme fijamente. Déjame llamarlo. Él no te hizo nada, además, lo que pasó con Bowreen fue obra de un tercero, no de él. ¡No tenía sentimientos, Susan, por favor!

Suspiré llena de ira, no quería que otra persona más me recordara el hecho de que Jeremías, el ser del que yo estaba enamorada, había matado a alguien a quien yo amaba.

Sé que lo amabas, a Bowreen, pero no de la forma en que amas a Jeremías me indicó él. Debes perdonarlo.

Entonces, lo miré fijamente a los ojos.

¿Cuál es tu problema? ¿Por qué lo defiendes tanto? ¿Qué te hizo después de que fuiste a pelear con él? le pregunté, molesta.

Él se intimidó.

Me lo explicó, me dijo que hay un tercero.

Eso no es mi problema. ¡Ahora él no va a volver! dije, con lagrimas en los ojos. Lo que me estaba pasando, por alguna razón me descontrolaba las emociones.

Sue...

Ya... basta... Cuando quise hablar, de repente sentí como se me retorcían las entrañas, como mis venas se ponían negras y se movían como serpientes. ¡Ay, ya basta, ya basta!

Sam me tomó de la mano, pero en ese momento no podía ser cariñosa, tampoco quería afecto de su parte, solo lo quería lejos de mí. Con el poder que emanaba de mi interior, lo expulsé hacia el otro extremo de ese lugar, pero él cayó de pie y dejó un arrastre en el suelo, subió la cara y se veía realmente molesto.

Ángeles de la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora