Capítulo XXVI

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Zacarías estaba fuera de sí, cuando se dio cuenta yo estaba en frente de él, se asustó, y con sus pies se arrastró hacia atrás, temeroso y mirando a los lados, luego llevó su exasperante vista hacia sus manos, las estaba viendo extrañado,  como si no se reconociera a sí mismo, y efectivamente no se reconocía, pues no era el mismo cuerpo que tenía en el otro mundo. Él se tocó el rostro confundido.

—¿Quién soy? —dijo él. Después de su pregunta, le dio un punzante dolor de cabeza.

Jezreel corrió hasta a mí, me miró e hizo un chasquido frente a mi cara. « ¿Estás bien?» me preguntó él, en ese instante, pero me sentía ido,  como si me mente estuviera en otro sitio. Él levantó a Zacarías, y pasó su brazo por su cuello para elevarlo y mantenerlo de pie.  Después se lo llevó, pero antes tuvo que decirme algo,  que hubiese preferido que no mencionara, ya que eso me provocó un desequilibrio emocional peor del que ya tenía.

—Hemías cayó, su espíritu murió —confesó, mirándome con aflicción.

—Hemías... —dije, con la vista perdida.

De pronto, el sonido de la voz de Susan retumbó en mis oídos, ella me estaba llamando desesperadamente, cuando volteé a verla, me fijé que tenía muchos ángeles sobre ella, pero que no podían despegarase, pues ella les absorbía toda su maldad, y ellos en cierta forma quedaban «libres». Zael, por otro lado, mantenía aquella grieta abierta,  que seguía continuamente tragándose a Ángeles e incluso a los demonios que estaban encerrados abajo.

—Debes ayudarla,  Jeremías —me gritó Ezequiel,  que al igual que Susan, él estaba  peleando con otros seres.  Como sabía que me preocuparía,  decidió agregar algo a final de su comentario—. Yo estaré bien.

Me tranquilicé,  y al final corrí hasta Susan. Pero noté que el agujero la estaba absorbiendo al igual que a los ángeles que tenía encima.

—¡Jer!, ¡Jer!  Ayúdame por favor,  ¡Voy a caer! —gritó ella.

Por otro lado,  no me atrevía a tocarla, ya que si por alguna razón,  se consumía mi poder,  no podría ni ayudarla a ella ni a nadie más. 

La estaba arrastrando porque percibía una fuente de oscuridad anormal.

— ¡Mickael! —llamé con fuerza, pero él no atendía a mi llamado —¡Dios! ¿¡qué hago!?, no puedo tocarla.

—¡Jer! —volvió a gritar ella, pero esta vez se escuchaba con más miedo.

Dirigí la mirada a Sam, pero él estaba ayudando a los humanos a salir de la torre. Entré en tanta presión que no me importaba lo que iba a pasarme si la tocaba,  solo quería salvarla.

— ¡Bien!  —me dije,  con la audacia que necesitaba. 

Sin embargo,  todo estaba bien,  hasta que un ángel comenzó atacarme,  era Loreen, me temía lo que pudiera hacerme.

—¡Loreen,  basta!  No hagas esto.

—¡Cállate! —me gritó ella, y al mismo tiempo ingresó su mano en mi pecho, para arrancarme el espíritu. Solo ella tenía ese poder,  por eso temía por lo que pudiera hacerme, pero poco tiempo después alguien la tomó por lo brazos y la expulsó hacia atrás,  ella quedó en la orilla y él terminó de derribarla y la empujó al agujero, lo último que escuché fue su grito.

Me levanté rápidamente, y vi que era Kael. Abrí los ojos y entreabrí la boca,  estaba lleno de sorpresa, y una emoción invadió mi pecho; tanto así, que me faltaba la respiración.  Él me sonrió y corrió hasta Susan,  tiró del brazo a unos dos ángeles y quedaba solo unos cuántos,  pero ellos se engancharon a él,  y el peso lo hizo resbalar y todos cayeron al infierno.

Ángeles de la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora