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Capitulo 2

Por la expresión de su rostro, Kagome dedujo que había pronunciado las palabras más horribles que el hombre pudiera imaginar. Su piel adquirió una tonalidad extraña, provocada por una mezcla de furia, aversión e incredulidad.

— ¿Qué demonios queréis decir con eso de que habéis dejado una nota?

A juzgar por el brillo iracundo de sus gélidos ojos dorados, estaba claro que había dicho las palabras equivocadas.

De repente, Kagome se sintió aterrada y eso no era algo que sucediera a menudo. De hecho, su padre solía decir que no conocía el miedo. Sin embargo, en ese mismo instante, su corazón latía desbocado por el temor que le provocaba ese despliegue de furia contenida. Inuyasha MacAllister no era un hombre pequeño y ella no tenía la menor idea de cuán peligroso podía llegar a ser cuando se enfadaba.

—No tuve alternativa—le explicó con la esperanza de aplacar su enfado, aunque fuera un poco.

—Mujer, siempre hay alternativas—Inuyasha se levantó de la cama e hizo una mueca cuando una punzada de intenso dolor le atravesó la cabeza.

La manta de piel resbaló de su cuerpo desnudo cuando alzó la mano para presionarse el ojo izquierdo al tiempo que soltaba otra maldición.

Kagome jadeó y se puso de espaldas al hombre, aunque una minúscula y perversa parte de su ser deseaba contemplar toda esa fuerza exuberante y esa piel bronceada.

Sin duda, era un hombre aguerrido.

Un hombre de evidente apostura y con una presencia física musculosa y tosca.

Escuchó la retahíla de maldiciones que Inuyasha soltaba mientras recogía sus ropas y se vestía, y entretanto fue consciente de que la fulminaba con la mirada. Una mirada abrasadora, poderosa y terrorífica que la hizo temblar.

— ¡Maldición! ¿Cómo habéis podido hacer algo tan estúpido? —Gruñó él— ¿Qué se os metió en la cabeza para elegirme a mí, nada más y nada menos, cuando escribisteis esa nota?

—Por favor— le pidió con voz suave e implorante—No puedo casarme con Koga MacAren. Es egoísta y arrogante. Apesta como si nunca se bañara y huele a huevos... —Se estremeció ante ese recuerdo— Le gusta comer huevos crudos, un hábito cuanto menos asqueroso y, ahora que me paro a pensarlo, creo que es su rasgo más atractivo. Preferiría morirme antes que casarme con él.

Inuyasha refunfuñó:

-La última vez que una mujer me dijo eso la creí, y por ello mi clan se enzarzó en una contienda en la que murieron innumerables hombres y mujeres de ambos bandos. A mi hermano le costó tanto la vida como el alma y también envió a mi padre a la tumba. Así que os pregunto: ¿por qué debería importarme un comino lo que os suceda cuando ni siquiera os conozco?

Kagome se quedó anonadada por sus palabras.

—¿Otra mujer huyó de Koga MacAren y eso provocó que los MacAllister se enzarzaran en una contienda?

El hombre se situó delante de ella y la miró echando chispas por los ojos. Le latía una vena en la sien y tenía los ojos entrecerrados de manera amenazadora.

— ¿Acaso pretendéis hacerme enojar todavía más?

—No, no quiero haceros enfadar de ninguna de las maneras.

Sólo intento conseguir vuestra ayuda. Puedo pagaros, si eso es lo que os preocupa.

—No necesito vuestro dinero.

Inuyasha jamás había conocido a una mujer semejante. ¿Cómo se atrevía a ir en su busca para pedirle algo así? Era evidente que no tenía más seso que una pulga. ¿Qué clase de mujer se metería en el hogar de un hombre y le pediría a un completo desconocido que la alejara de sus padres?

ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora