Epílogo
Un mes más tarde
Inuyasha y Kagome paseaban cogidos de la mano por la estructura de lo que un día no muy lejano se convertiría en su nuevo hogar. Sería una mansión elegante, adecuada para su esposa y el bebé cuya llegada acababa de confirmarse.
Emocionado, contempló cómo Kagome explicaba al administrador el aspecto que deseaba para el gran salón mientras dejaba que sus pensamientos fueran a la deriva.
Aún no podía creer lo que Miroku le había dicho acerca de Sesshomaru. Ninguno de ellos podía.
Sesshomaru estaba vivo.
Si alguna vez llegaba a ponerle las manos encima, lo mataría. Maldito fuera su hermano por su egoísmo, que les había costado años de indecible sufrimiento a todos.
Sin embargo, resultaba difícil odiar a Sesshomaru por ello cuando lo único que tenía que hacer era mirar a su esposa y pensar en la alegría que había llevado a su vida. Por ella volvería a revivir todo el tormento.
El asunto de las amenazas de los MacKaid lo tenía en alerta. Hasta ese momento, seguían sin encontrar rastro alguno de ellos.
De cualquier forma, no le preocupaba. Algo tan insignificante no se interpondría jamás entre su esposa y él. Por no mencionar que Pagan había jurado matarlos por lo que le habían hecho a Suikotsu. No le cabía la menor duda de que el hombre cumpliría su promesa. Había algo en Pagan que dejaba bien claro que sería un enemigo formidable. Sin duda, el guerrero haría que se arrepintieran de haber nacido.
— ¿Inuyasha?
Alzó la vista al escuchar a Kagome y se acercó a ella.
Se encontraba en el centro de lo que pronto sería su propio salón, donde celebrarían reuniones familiares y disfrutarían de una vida con la que Inuyasha jamás se había atrevido a soñar.
— ¿Crees que estará terminado para cuando llegue el bebé? Inuyasha asintió.
—Sí, amor mío. Me aseguraré de que así sea.
Le dirigió una mirada elocuente al administrador, que se apresuró a asegurarle que estaría terminado con tiempo de sobra.
Kagome sonrió a su marido cuando el hombre se alejó con celeridad para decirles a los trabajadores que se dieran prisa.
Aquéllos eran los meses más felices de toda su vida. No podía imaginarse nada mejor que la vida de la que disfrutaban en esos momentos.
Bueno, salvo que seguía teniendo deseos de viajar.
De todos modos, Inuyasha le había prometido que, en cuanto el bebé fuera lo bastante mayor, la llevaría a Aquitania para visitar a la familia de su madre.
Kagome le cogió la mano y entrelazó los dedos con los de su marido.
—Debéis saber, milord, que de repente me siento muy cansada...
Inuyasha enarcó una ceja al escuchar sus palabras.
— ¿De veras?
Ella intentó mantener el rostro inexpresivo mientras fruncía el ceño, pero no lo consiguió del todo. Así que fingió un bostezo.
—Sí, tienes que llevarme a casa cuanto antes si no quieres que me quede dormida aquí mismo.
Inuyasha soltó una carcajada y la cogió en brazos.
—En ese caso, amor, será mejor que me ponga en camino.
Kagome se unió a sus risas cuando él echó a correr con ella en brazos hacia los caballos. En cuanto la sentó en su montura, Kagome se inclinó hacia él y le murmuró al oído.
—Por si no lo sabías, Sango me ha enviado un paquete.
Un brillo sensual iluminó los ojos de Inuyasha. Cada paquete de Sango anunciaba algo que hacía a su marido extremadamente feliz.
—¿De veras? —le preguntó él.
—Sí —respondió ella al tiempo que pensaba en el delicado vestido que los aguardaba. El tejido era tan fino que apenas la cubría—. Y en esta ocasión es rojo.
Kagome percibió el fuego que asomó a los ojos de Inuyasha mientras montaba en su propio caballo. Le clavó los talones en los flancos y se lanzó al galope. Ella lo siguió a un paso mucho más tranquilo.
— ¡Kagome! —la llamó, instándola a darse prisa.
¡Cómo amaba a ese hombre! Con su impaciencia y todo.
Claro que cuando se trataba de domar a un oso, no se podía esperar demasiado...
Fin
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ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖ
FanfictionKag había decidido que prefería mil veces tener que pedirle a ese bruto, Inuyasha MacAllister, que le ayudara a huir de Escocía a verse obligada a un matrimonio sin amor. Aún sumido en el dolor que le provocó la muerte de su hermano y la traición de...