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Capitulo 14

Capitulo catorce

Kagome fue la primera en despertarse mientras la clara luz del día se filtraba por la ventana. Bostezó y se giró para descubrir que Inuyasha todavía seguía profundamente dormido.

Y estaba desnudo.

Le ardía la cara, pero no pudo apartar la mirada de sus largas y musculosas extremidades. Su oscura y bronceada piel contrastaba sobre las sábanas blancas, y se le hizo la boca agua ante la idea de saborearla.

Aunque no porque estuviera insatisfecha después de la noche que habían pasado. A decir verdad, no debería ser capaz de moverse.

Inuyasha le había enseñado formas en las que un hombre podía poseer a una mujer que jamás habría creído posibles. Pero no le había hecho daño ni una sola vez.

No, su oso la había tratado con exquisita ternura.

Y mientras contemplaba su cuerpo desnudo, recordó que había lamido esos duros pectorales. Que la había rodeado con toda su fuerza mientras ella lo abrazaba.

Glorioso. Ésa era la única manera de describirlo.

Salió de la cama y se apresuró a ponerse el vestido que le había prestado Sango, intentando por todos los medios no despertarlo. Sin duda estaría exhausto durante el resto del día.

Se mordió el labio y esbozó una pícara sonrisa al pensarlo.

En cuanto estuvo vestida, se dirigió a la habitación que supuestamente compartía con Sango. Necesitaba ponerse su propia ropa antes de bajar para tomar el desayuno.

Cuando salía de la habitación de Inuyasha, se encontró con el dueño de la taberna en el pasillo. El hombre la fulminó con la mirada mientras ella murmuraba una disculpa y se alejaba en dirección al lugar donde había dormido Sango.

La gitana ya estaba despierta y, a juzgar por la sonrisa con que la miraba, supo que no tendría que decirle dónde había pasado la noche.

— ¿Has pasado una buena noche?

—Calla —dijo Kagome en un susurro—. Tendré que hacer penitencia el resto de mi vida por esto.

—Pues haz de él un hombre honesto.

Kagome se echó a reír por el comentario.

—Ojalá fuera tan sencillo. —Exhaló un melancólico suspiro mientras recogía sus cosas.

¿Cómo sería su vida si la compartiera con Inuyasha tal y como habían pasado los últimos días?

¿Serían felices para siempre? ¿O él retomaría su carácter taciturno?

Tenía que admitir que la idea de tenerlo por marido le parecía maravillosa y tenía toda la intención de hacer de él un hombre honesto, como Sango había sugerido.

La gitana se marchó para que se arreglara en la intimidad. Kagome se lavó y se vistió antes de recoger sus cosas y bajar. Renkotsu le quitó la bolsa de las manos y la llevó al carromato.

Kagome le dio las gracias y luego se encaminó hacia el lugar donde Sango estaba sentada, comiéndose una rebanada de pan.

Cuando la gitana le tendió la hogaza de pan para que se sirviera, la voz del tabernero retumbó en la estancia como un trueno. —No servimos a las putas con las personas decentes. Si quiere comer, que lo haga fuera, con los perros.

Kagome jamás se había sentido tan horrorizada ni tan insultada en toda su vida.

Varios parroquianos se volvieron para mirarla con curiosidad.

ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora