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Capitulo 4

— Tras perdidos sus sueños de una manera tan dolorosa, jamás se los arrancaría a otra persona.

—No. No te encuentro desagradable.

—Sólo irritante.

—Lo has dicho tú, no yo.

El comentario le valió una sonrisa. Una sonrisa cálida y dulce que arrancó destellos a esos ojos chocolate.

— ¿Eso quiere decir que me encontráis encantadora?

Inuyasha sintió el extraño impulso de echarse a llorar ante tan pertinaz insistencia.

— ¿Acaso eres incapaz de guardar silencio?

— ¿Acaso sois incapaz de hablar?

—Sí. Total y absolutamente.

—Bueno, en ese caso habláis muy bien para ser mudo. Una vez conocí a un mudo. Vivía en el pueblo y fabricaba los zapatos más maravillosos del mundo. Tan suaves que creías tener los pies envueltos en almohadones.

Inuyasha gimoteó al ver que ella proseguía con su historia acerca del zapatero y del pueblo donde vivía.

Ésa debía de ser su penitencia.

Estaba claro que el demonio le había enviado a esa mujer ese día en concreto para que lo atormentara. No había otra explicación. Ella era su castigo. La carga que debía soportar.

Habría sido mucho más caritativo que lo colgaran, lo ahogaran o lo descuartizaran.

Viajaron durante un buen rato a un paso tranquilo, mucho más frustrante que productivo. Y ella no dejó de parlotear sobre cualquier tema imaginable hasta que Inuyasha temió que los oídos empezaran a sangrarle por semejante esfuerzo.

Cuando comenzó a caer la noche, buscó un lugar para dormir. Un lugar que le permitiera poner una gran distancia entre ambos antes de que cediera al impulso de estrangularla.

Encontró un pequeño claro junto a un arroyo que les proporcionaría agua fresca.

—¿Vamos a parar aquí? —le preguntó ella al ver que se detenía— ¿Para pasar la noche?

—Sí —respondió con irritación—, a menos que desees cabalgar toda la noche.

Cosa que él estaba más que dispuesto a hacer. Lo que fuese con tal de librarse de ella lo antes posible y poder regresar a su hogar para recuperar la tranquilidad.

Kagome se mordió el labio inferior mientras echaba un vistazo a su alrededor con una expresión preocupada.

— ¿No hay algún lugar en el que podamos encontrar una cama?

— ¿Ves alguna cama?

La muchacha lo miró con los ojos entrecerrados.

— ¿No hay ninguna aldea cerca?

—Sí, a unas cuantas horas de camino; pero al paso que viajas tardaríamos al menos medio día.

Kagome irguió la espalda.

—¿Al paso que viajo? ¿Qué queréis decir con eso?

Inuyasha dejó escapar un suspiro de agotamiento. ¿Acaso estaba ciega para no darse cuenta de la respuesta? ¿O su intención era la de enfurecerlo todavía más?

—¿Cuántas veces hemos tenido que detenernos para que atendieras tus necesidades? No, espera, ésta es mejor. ¿Cuántas veces he tenido que volver sobre mis pasos en tu busca porque se te había ido el santo al cielo en lugar de seguirme el paso? Juro que...

ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora