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Capitulo 18

Capitulo dieciocho

Dos semanas después

Kagome esperaba fuera de la iglesia y su destrozado corazón latía desbocado a causa de los nervios y del dolor. Todavía no podía creer que todo el mundo la estuviera obligando a hacer aquello.

Sus padres.

Koga.

Pero, sobre todo, Inuyasha. No entendía cómo el hombre podía hacerles eso a ambos.

¡Maldito fuera!

Abrió los ojos de par en par ante ese involuntario juramento. No. No había sido involuntario. Estaba furiosa con él. Se merecía eso y mucho más por su cruel comportamiento.

¿Cómo había sido capaz de apartarla de su vida con tanta facilidad?

« ¡Que la peste le devore el alma!»

A esas alturas ya estaría de vuelta en su cueva, durmiendo la borrachera y sin acordarse siquiera de que ella lo había amado una vez; de que se pasaría el resto de la vida languideciendo por él.

Aunque, ¿por qué debería hacerlo? Ese hombre no se merecía su devoción. Y estaba claro que menos se merecía su amor.

Lo que se merecía era una buena patada en el trasero. Una patada que lo dejara cojo para toda la eternidad y, si volvía a encontrárselo algún día, ya se encargaría ella de asestársela.

Pronto se uniría a Koga para siempre.

La simple idea le revolvía el estómago.

Y la sensación empeoraba cuando se paraba a pensar que tendría que hacer con Koga lo que había hecho con Inuyasha. Cuando se imaginaba a Koga tocándola, amándola...

Una lágrima resbaló por su mejilla.

—Tranquila —le dijo Sango mientras esperaban a que su padre la guiara hasta la iglesia.

No sabía por qué los gitanos se habían quedado tanto tiempo en sus tierras, pero se alegraba de que así fuera. Necesitaba la fortaleza de Sango para poder sobrevivir a ese día.

Suikotsu se había marchado tres días antes a la propiedad que su padre tenía en el sur del país, emplazada justo en la frontera entre Escocia e Inglaterra.

Pagan había proseguido su viaje hacia el norte, hacia las Hébridas, alegando que debía atender cierto asunto. Pero había prometido regresar en unas cuantas semanas para ver qué tal se encontraba. Y si Koga no la trataba con el respeto que merecía, había jurado convertirla en viuda.

Sólo le restaba esperar que Pagan fuera un hombre de palabra... Sango, Renkotsu y Shippo se marcharían al día siguiente. Y después se quedaría sola y sería la esposa de Koga. Las náuseas se intensificaron.

¿Acaso nadie iba a salvarla de semejante locura?

Alzó la mirada al cielo, rogando que le aconteciera alguna tragedia. Podría romperse una pierna de camino al altar y retrasar de ese modo los acontecimientos...

Miró esperanzada en dirección al camino, pero allí tampoco encontró ayuda alguna.

Estaba condenada.

Sango le dio unos cariñosos golpecitos en el brazo.

—Inuyasha vendrá a buscarte, Kagome. Lo sé. Ojalá ella estuviera tan convencida como su amiga.

—No, Sango. Me ha abandonado. Su honor significa mucho más para él. —Pronunció la palabra «honor» con una nota despectiva—. Es lo único que le importa. Espero que el honor le dé calor cuando sea viejo.

ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora