9

843 63 30
                                    

Capitulo 9

Capitulo nueve

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Inuyasha cuando Kagome se acercó a él con una expresión pícara en el rostro. Semejante expresión era tan impropia de ella que le erizó el vello de la nuca.

Ella le tendió el laúd.

—Dijiste que me enseñarías a tocar. Me gustaría que me dieras otra lección.

Inuyasha cogió el instrumento que le ofrecía mientras ella se sentaba a su lado.

Muy cerca de él.

Trató de no fijarse en el radiante brillo de sus ojos. En la manera en que los rubios mechones de su cabello le enmarcaron el rostro cuando se apartó el velo para mirarlo.

Poseía una gran belleza. Una belleza que lo hacía arder de deseo.

Incluso en esos momentos podía saborear la inocencia de su beso, la sensación de su cálido aliento sobre la cara. La forma en que lo había mirado al decirle que besaba muy bien...

La sangre comenzó a hervirle en las venas. El corazón le latía desbocado y tenía una extraña sensación de mareo, como si su mera presencia lo embriagara. Lo hiciera sentirse despreocupado y feliz.

Ninguna mujer lo había hecho sentirse de esa forma.

Ni siquiera Kikyo.

Kikyo sólo había excitado su cuerpo. En aquella época era demasiado joven e inexperto como para comprender la diferencia entre el amor y la lujuria.

Lo que sentía por Kagome era completamente diferente. A decir verdad, le gustaba la muchacha. Le gustaba pasar tiempo con ella y escuchar sus increíbles ocurrencias y sus interminables historias.

Ella lo reconfortaba a un nivel profundo.

Tomó su mano izquierda y le colocó los dedos en posición mientras le mostraba los tres primeros acordes de la balada favorita de su madre.

—Se te da bien enseñar —dijo Shippo desde su asiento al otro lado del fuego.

—Sí, es cierto —convino Kagome.

Puesto que no estaba acostumbrado a los halagos, Inuyasha se aclaró la garganta y le enseñó otro acorde.

—La capacidad de enseñanza de un maestro se mide por la capacidad de aprendizaje de su alumno.

Ella le sonrió.

Fascinado, Inuyasha no pudo apartar los ojos de su rostro. Su piel era suave y perfecta. Sus ojos claros y brillantes. Sus labios, rojos y llenos, habían sido creados para besos largos y apasionados. Para volver loco de deseo a un hombre.

Y eso exactamente era lo que estaban consiguiendo en ese momento. Inuyasha comenzó a sentirse temerario y, de alguna manera, libre. La deseaba en contra de toda lógica.

Su presencia lo hacía traspasar los límites de la cordura y la razón. Lo llevaba directamente al reino de la fantasía, donde todo era posible. Donde no había pasado que lo atormentara. Ni futuro que temer.

Sólo estaban ellos dos, y lo demás no importaba.

Tenía que alejarse de ella. Rápido, antes de perder la poca fuerza de voluntad que le quedaba.

Se echó hacia atrás para no estar tan cerca de ella y del peligro que representaba y asintió al comprobar los progresos de la muchacha.

—Sigue practicando esos acordes; después te enseñaré más.

ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora