El escocés domado
Capitulo 1
Hacía falta mucho arrojo para enfrentarse al demonio en su guarida. O, como en el caso de Kagome ingen Alexander, mucha desesperación. Una desesperación que le encogía el corazón y le hacía un nudo en la garganta, ahogándola con su apremio.
Si el demonio se negaba a ayudarla...
Bueno, en ese caso pondría rumbo a Inglaterra ella sola. Nadie iba a convencerla de lo contrario. Nadie. Ni su padre ni su madre. Ni siquiera «el demonio» en persona.
A medida que se acercaba a la cima de la montaña, su coraje comenzó a flaquear. ¿De veras podía un hombre vivir en una cueva? Eso se rumoreaba, pero hasta ese momento había asumido que no era otra cosa que un mito inventado por los hombres que temían enfrentarse a Inuyasha MacAllister. Después de todo, los MacAllister eran los hombres más temidos y respetados de Escocia. Y también se decía que eran los más ricos. A buen seguro que semejantes hombres, muy al contrario que su rudo y exasperante progenitor, harían gala de algún tipo de refinamiento.
¿O no?
De cualquier modo, mientras observaba la desierta cumbre de la montaña, no vio nada que le recordara ni por asomo a una cabaña o a algún tipo de hogar.
Inuyasha MacAllister era realmente el bárbaro que decía la leyenda.
—Da lo mismo —dijo Kagome al tiempo que se alzaba las faldas azul oscuro para rodear un grupo de rocas.
Tal vez albergara en su corazón el sueño de encontrar un caballero refinado de virtudes galantes que lograra conquistar su afecto, pero lo que necesitaba en ese momento era un bárbaro.
Un bárbaro con una enorme y poderosa espada.
Si hacía caso de los rumores, Inuyasha MacAllister era justo lo que precisaba para poner en marcha su aventura.
Al llegar a la parte superior de la escarpada cuesta, notó que la «cueva» tenía una puerta de madera casi oculta por la maleza y la tierra. Al parecer, Inuyasha no deseaba tener visitas.
En cualquier otro momento, Kagome habría captado la indirecta y respetado los deseos del hombre; pero, tal y como estaban las cosas, no podía permitirse ese lujo.
Su necesidad de libertad era mucho mayor que la necesidad de aislamiento de Inuyasha MacAllister.
Estaba a punto de llamar a la puerta cuando se detuvo para observar el pequeño claro que la rodeaba.
Ese hombre vivía en un lugar de lo más interesante. Desde la cueva podía apreciarse el lago que había más abajo, donde la luz del sol se reflejaba sobre el agua. Era una vista impresionante. Destilaba tranquilidad. Serenidad. No era de extrañar que el tipo hubiera elegido ese lugar.
Sin duda alguna, un auténtico bárbaro no sería capaz de apreciar algo tan refinado y hermoso como ese paisaje. Eso le dio esperanzas.
Tras acercarse de nuevo a la puerta, la golpeó con los nudillos. No obtuvo respuesta.
-¿Hola? -dijo a modo de saludo mientras llamaba con más fuerza-. ¿Hay alguien?
Nadie respondió.
En un arranque de osadía, probó a abrir la puerta. El picaporte cedió con un ruido metálico y la hoja se abrió con facilidad.
En el interior descubrió una morada de lo más interesante. El suelo estaba cubierto con gruesas alfombras y juncias. De los muros de piedra colgaban algunos tapices para absorber la humedad. Había un hogar de extraño diseño con la chimenea inclinada, de modo que salía por el lateral de la montaña en lugar de hacerlo por arriba. Justo enfrente había una mesa con dos sillas.
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ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖ
Hayran KurguKag había decidido que prefería mil veces tener que pedirle a ese bruto, Inuyasha MacAllister, que le ayudara a huir de Escocía a verse obligada a un matrimonio sin amor. Aún sumido en el dolor que le provocó la muerte de su hermano y la traición de...