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Capitulo 16

Esta novela no es mía es de la autora Kinley Mcgregor llamada "El escocés domado", adaptada a Inuyasha que tampoco es mío es de la gran Rumiko, y todo es sin fines de lucro.

"Escenas con lenguaje sexual explicito, personas sensibles a este tipo de texto favor de abstenerse a leer"

Capitulo dieciséis

Kagome era su mundo.

Lo era todo para él.

¡Por todos los santos, la amaba!

La amaba con todo su corazón.

Kagome no se dio cuenta de que tenía una lágrima en la mejilla hasta que Inuyasha se la enjugó con el dorso de los dedos.

—No llores, amor.

Tiró de ella con dulzura y la estrechó contra su pecho para que pudiera encontrar un poco de consuelo escuchando los latidos del corazón que latía bajo su mejilla.

Kagome le devolvió el abrazo, agradecida por no haberlo perdido. Naraku MacKaid era un lunático que no habría dudado en matarlos a ambos.

Pero en esos momentos se encontraban a salvo. Inuyasha estaba con ella y los dos estaban vivos. Lo abrazó con más fuerza, feliz por ese simple hecho.

Inuyasha le tomó la cara entre las manos y la besó. Ella lo saboreó no sólo con los labios, sino también con el alma.

—Hazme el amor, Kagome —susurró. —Necesito estar dentro de ti ahora mismo.

Habría debido sentirse escandalizada por semejantes palabras, pero no lo estaba. A decir verdad, Kagome deseaba exactamente lo mismo.

—Estás herido.

—No tanto.

—Pero tienes las manos atadas.

Inuyasha esbozó una sonrisa pícara. Su ardiente mirada hizo que aflorara un profundo sonrojo a las mejillas de Kagome. Alzó los brazos y se los pasó por la cabeza, de modo que ella quedó atrapada. Acto seguido se dejó caer de espaldas al suelo, arrastrándola con él.

Con cuidado de no hacerle daño y de no rozarle el costado, Kagome comenzó a reírse a carcajadas al imaginarse la pinta que tendrían unidos de semejante modo. No obstante, cuando Inuyasha la besó la intensa oleada de deseo que la asaltó se encargó de borrar todo rastro de humor.

Antes de separarse, él le mordisqueó los labios. —Necesito que me quites las calzas.

Kagome jamás había considerado algo semejante. Debería haberse avergonzado ante la mera sugerencia y, sin embargo, había una parte de ella que se sentía fascinada por la idea.

Inuyasha alzó los brazos, lo que volvió a dejarla libre.

Amparada por el deseo que asomaba a los ojos del hombre, hizo lo que le había pedido y le desató las calzas antes de deslizarlas por sus largas piernas.

Inuyasha tenía una enorme erección.

Kagome notó que su corazón comenzaba a latir con fuerza al verlo allí desnudo, expuesto y en cierto modo vulnerable. La imagen resultaba extrañamente erótica.

Esbozó una sonrisa sesgada.

—¿Debería preocuparme esa expresión? — le preguntó él.

Kagome se mordió el labio.

—No estoy segura. Se me acaba de ocurrir que estás a mi merced.

—Sí, amor. Muy cierto.

—Estás casi indefenso.

ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora