Capitulo 12
Capitulo doce
—Inuyasha, por favor, dime que no estás herido. —Kagome le recorrió el cuerpo con frenesí en busca de heridas.
Inuyasha tardó un buen rato en recobrar el aliento. La caída sólo había conseguido herir su orgullo y dejarlo sin aire en los pulmones. No obstante, debía admitir que le gustaba sentir las manos de la muchacha sobre su cuerpo. Y también la preocupación que reflejaba su rostro.
—Recuperé tu velo —le dijo antes de ofrecérselo, pese al dolor del costado y de la espalda.
—¡Olvídate del estúpido velo! Te has hecho daño. «Estúpido velo?»
¿Así que el velo era estúpido?
Inuyasha la miró con el ceño fruncido. No se había hecho mucho daño, aunque no quería que ella lo supiera. Las manos de Kagome le recorrían el cuerpo en busca de heridas y, aunque habría debido sentirse satisfecho después de su encuentro, no lo estaba.
Podría tomarla de nuevo en ese mismo momento.
Y eso lo sorprendía sobremanera.
— ¿Quieres que vaya a buscar a Suikotsu o a Pagan? —le preguntó ella.
—No —se aprestó a contestar. Cualquiera de esos dos se echaría a reír y sabría que no se había hecho daño nada más verlo—. Creo que puedo arreglármelas sin su ayuda.
— ¿Qué hago?
Inuyasha reprimió una sonrisa lasciva. Debería sentirse culpable por aprovecharse de ella de semejante modo, pero no era así. Estaba disfrutando tanto de su preocupación como de sus cuidados. — ¡Ay! —exclamó cuando Kagome le rozó el muslo. — ¿Te duele aquí?
—Sí.
La muchacha deslizó la mano por su pierna hasta la cara interna del muslo. Inuyasha apretó los dientes al sentir el intenso ramalazo de deseo que sacudió su entrepierna cuando ella comenzó a masajearle el muslo en un intento por aliviar su dolor.
¿Cómo iba ella a imaginarse que lo único que conseguía era empeorarlo?
— ¿Y la espalda? —le preguntó—. ¿Te duele?
—Tal vez. Siento tantas punzadas que no estoy seguro.
Kagome lo ayudó a sentarse.
Inuyasha cerró los ojos mientras ella le recorría la espalda con las manos. Aunque, a decir verdad, habría preferido con mucho que lo hiciera con la boca.
Su miembro se tensó ante la idea.
Cuando ella hizo ademán de alejarse, Inuyasha dejó escapar un falso quejido.
—El hombro derecho.
Kagome le masajeó la articulación.
— ¿Aquí?
—Sí.
Sus manos bajaron más y más. ¡Dios! Esa mujer tenía unas manos deliciosas.
Demasiado deliciosas. Eran el mejor bálsamo para los dolores que jamás había conocido. Se tiraría de buena gana de otro árbol si así pudiera disfrutar de la atención que le dedicaba en esos momentos.
Kagome lo ayudó a ponerse en pie. Se aseguró de no apoyarse demasiado en ella mientras cojeaba a su lado.
Nadie se había preocupado jamás por él de ese modo. Sus hermanos se habrían reído de él antes de ponerlo en pie de una patada y de advertirle que no llorara como una niña. Su madre había intentado mimarlo de vez en cuando, pero siempre había estado demasiado ocupada con las necesidades del resto de sus hijos, de modo que Inuyasha había quedado relegado mientras corría a atender a Bankotsu, Sesshomaru o Miroku.
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ᴱˡ ᵉˢᶜᵒᶜéˢ ᵈᵒᵐᵃᵈᵒ √ ⅈꪀꪊꪗꪖડꫝꪖ
FanfictionKag había decidido que prefería mil veces tener que pedirle a ese bruto, Inuyasha MacAllister, que le ayudara a huir de Escocía a verse obligada a un matrimonio sin amor. Aún sumido en el dolor que le provocó la muerte de su hermano y la traición de...