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— ¡Maaaá! — grité desesperado.

De todos los objetos que podrían extraviarse en un momento como este, el pasaje del vuelo con destino al país estadounidense no puede ser uno de ellos. Hace exactamente unas dos horas que deshice la maleta buscándolo como desquiciado y asegurándome de no haber sido tan torpe de haberlo guardado en un lugar que no correspondía. Camisas, zapatos, pantalones, chaquetas, cuidados para la piel, abrigos, bolsos; pero ningún estúpido papel con el nombre del vuelo.

— ¡MAAÁaaaaa! — repetí aún más fuerte mientras revolvía entre los cajones de mi habitación.

En veinticuatro horas partiría rumbo a Estados Unidos y saber que lo único que me asegura un asiento dentro del avión esta escondido en algún pequeñito lugar de la habitación, lo cual me esta haciendo salir de mis casillas. Miré a mi alrededor intentando recordar donde fue la última vez que vi el sobre correspondiente del pasaje, y por más que me esforzaba en hacerlo, no lograba encontrar alguna contestación en mi cerebro. Maldije una, dos, tres veces a gruñidos entretanto sostenía distintas prendas de ropa y los lanzaba sobre mi hombro no importandome nisiquiera un poco el que se deslizaran hasta el suelo.

Las tres maletas que hace un par de horas atrás estaban adecuadamente completas, actualmente su estado era el vacío negro derrumbadas en cualquier rincón de mi habitación.

Luego de casi dos horas de vivir en el mismo infierno, mi madre así como si nada, entra a la habitación y abriendo un simple cajón, halla lo que yo, hace una eternidad y totalmente ansioso buscaba. Sentí por un momento a mi cerebro desconectarse de la tierra y caer rodando sobre la cama. Jamás iba a comprender cómo es que mamá siempre lo encontraba todo. Ella extendió su mano entregándome el pasaje mientras me observaba con una sonrisa burlona.

— No estaba ahí cuando lo revisé —bufé con un puchero.

— Como digas, cariño — se rió. — Dejame ayudarte con este desorden.

Nos sentamos sobre el suave colchón e iniciamos a recolectar la ropa fregada por el piso. Una por una fuimos alisando y doblando finalmente guardando una vez más las prendas dentro de la maleta. Ninguno de los dos decía palabras y predecía que, en cuanto su boca dialogará algo, sus ojos comenzarían a lagrimear. Si bien, mi decisión respecto a despegar e irme a un lugar desconocido y nuevo, me sentía decidido, preparado a crecer, tanto de la manera personal como académicamente, una parte de mi aún rogaba por quedarme en la ciudad de Seúl con mi madre y disfrutar de mis amistades.

Al cabo de unos minutos, el cuarto volvió a su estado original, libre de ropa esparcida, con las maletas hechas. Restaban los últimos detalles sobre el bolso de higiene y la vestimenta con la que me marcharía. De reojo, logré mirar a mamá minis segundos y aunque sus expresiones se mostraban relajadas, sus ojos no parecía iguales ya que estos estaban cristalizandose, la nostalgia y tristeza inundandole.

Sin poder evitarlo, me acerqué a ella, alzando mi mano hacia su nuca para empujarla a mi pecho, mientras le trasmitía todo el amor que podía.

— Por favor no llores — susurre. — Si lo haces no podré irme.

Mi madre negó con la cabeza, rodeandome con sus delgados brazos sobre mi espalda. Un pequeño sollozo se filtró en mis oídos provocandome un gigante nudo en la garganta. Si había algo que nunca podía soportar, era a mamá llorando. Y sin resistir un momento más, me liberé a dejar caer mis lágrimas. En los años de mi vida, nunca me tocó estar tan separado de mamá y el que de un día a otro ya no estaríamos viviendo juntos, separándonos hasta el límite de estar casi al otro lado del mundo, me dolía al pensarlo. Me dificultaba asimilar el hecho que la persona en la más confio no estará para acompañarme en esta gran oportunidad.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2020 ⏰

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¿Otra vez tú? ; Kookv.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora