~•Capítulo 2: Pedazo de carne•~

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  Una mano suave pero brusca acariciaba su castaño cabello con cada vez más insistencia, mientras que otra acariciaba su rostro. Frank, que tenía los ojos cerrados sonreía embobado por las extrañas caricias que se iban multiplicando, primero era una, luego dos, tres, cuatro, cinco, seis manos que acariciaban todo su cuerpo, no las veía, las sentía y no le importaba mucho saber de donde venían. Sentía una respiración en su cuello y rió porque le causaba cosquillas y una de las manos acarició su mejilla, haciéndola arder. Entonces, Frank abrió los ojos asustado porque las manos comenzaron a tirar de sus ropas, rompiendo la tela con violencia y pudo ver que no eran manos, eran garras que al mismo tiempo que desgarraban sus vestiduras lo rasguñaban, apareciendo amenazantes por todo su cuerpo. Frank intentó gritar pero la voz no le salía, el lugar era obscuro pero pudo divisar un hocico, lobos, eran tres lobos blancos como la nieve que lo miraban con ojos negros, estirándole las extremidades, manoseandolo y abriéndole las piernas, llenándolo de terror, angustia, ya no podía más cuando...

  — ¡Frank! ¡Frank, es una pesadilla! ¡Despierta!— Abrió los ojos y se sentó en la cama de un solo movimiento, con la respiración agitada y sudando frío. Intentó levantarse de la cama, pero sus piernas estaban débiles por lo que casi cae al suelo de no haber sido porque Gerard lo tomó en sus brazos antes.

  — Tengo... Tengo que salir de aquí— Logró articular.

  — ¿Salir? No puedes salir, Frank— Dijo Gerard y Frank se largó a llorar, empequeñeciéndose en su lugar y aceptando el cálido abrazo que Gerard le ofrecía.— Respira, respira hondo, Frank— Este obedeció y comenzó a respirar hondo, acurrucándose en el cuello de Gerard para sentir su olor de forma totalmente instintiva, mientras que él estaba de rodillas en el suelo, totalmente preocupado.

  — No quiero estar aquí... —Sollozó—. Quiero ir a mí casa, con mis padres— Gerard apretó el abrazo y besó su coronilla, tranquilizador.

  — Lo siento, Frank. Pero no puedes irte.

  — ¿Por qué? —Cuestionó—. Déjame ir, por favor. No quiero estar aquí, yo...

  — Tienes miedo, lo sé— Frank se separó para verlo y cerró los ojos.

  — Estoy aterrado y que estés desnudo y tan cerca no ayuda mucho— Confesó, entonces Gerard lo soltó, alejándose. Frank hizo un puchero, en el fondo no estaba tan seguro de querer que se alejara.

  — Tuviste una pesadilla ¿De qué trataba?— El Omega tragó duro.

  — No importa, yo no quiero...

  — Hablar de eso te podría ayudar —Lo interrumpió Gerard y él bufó molesto.

  — ¿Siempre me interrumpirás? —El Alfa rió poniéndose de pie para comenzar a vestirse, de nuevo frente a la atenta y avergonzada mirada del Omega.

  — Tal vez... Pero no cambies el tema ¿Qué soñaste? —

  — Que me manoseaban unos lobos —Suspiró—. ¿Qué más podría soñar si me obligan a dormir con uno? —Gerard gruñó levemente, pero a Frank se le puso la piel de gallina igual.

  — No deberías pensar esas cosas, yo no quiero hacerte daño, ya te lo dije.

  — ¿Y por qué debería confiar en ti? Eres un alfa que me pidió de esclavo —Gerard volvió a gruñir mirándolo fijamente mientras se abotonaba la camisa.

  — ¿Acaso no sabes por qué te pedí? —Gruñó—. Intento salvarte, Frank ¿O acaso preferías que deje que tus padres te entreguen a cualquier alfa violento?

  — Para mí tú eres cualquier alfa, no te conozco—

  — Bien, te entiendo, estás asustado. Hueles a miedo y lo entiendo —

Sólo Tuyo ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora