~•Capítulo 3: Confianza•~

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  Se encontraba sentado en el escritorio, cenando sólo y con un sonrojo en las mejillas junto a una sonrisa. Traía puesto el pijama de dinosaurio, el mismo que cuando Gerard se lo vió puesto dijo que se le veía adorable, cosa que lo hizo sonrojar. Aunque sonreía, le hubiera gustado no cenar sólo, era algo triste estar en aquella habitación en completo silencio y la verdad es que le comenzaba a agradar la compañía de Gerard, pero tampoco se dejaría engatusar, jamás podría confiar en él, nisiquiera luego de que lo haya defendido o de que le haya comprado aquel genial pijama.
  La verdad, le daba miedo darse cuenta que comenzaba a confiar, pero es que Gerard tampoco se la hacía fácil, con sus palabras dulces y buenos modales, además de esos ojos y esa sonrisa que misteriosamente lo incomodaban demasiado y le hacían revolver el estómago.

  Tal vez es que me causa mucho asco. Sí, eso debe ser...

  Pero entonces recordó sus cálidos brazos y su dulce aroma a Alfa que milagrosamente lo habían calmado en dos ocasiones y esa sensación, esa maldita sensación de querer acurrucarse en su cuello y olfatearlo, sentirse protegido por él.
  Sacudió su cabeza molesto, intentando borrar esa sonrisa boba que se le estaba formando en el rostro. Quería sentirse mal con tal de dejar de sentirse ridículo, porque así se sentía al desear la protección de un alfa que lo había pedido como esclavo aunque, pensándolo bien, desde que llegó a esa casa no le pidió que haga absolutamente nada, nisiquiera lo había dejado salir del cuarto para empezar.

  Claro, el cuarto es mí lugar de trabajo.

  Pensó, pero entonces recordó que Gerard lo defendió y las palabras que él había dicho, que nadie lo tocaría, nisiquiera él. De alguna forma, no agradable, estaba esperando el primer golpe, esperaba sin duda alguna el momento en que Gerard se lanzara encima suyo y lo tomara por la fuerza. De solo pensar en ello comenzaba a temblar como una hoja. Sabía que si eso pasaba iba a sufrir, sabía que lo iba a destrozar por dentro porque seguramente en ningún momento pararía para ver si se se encontraba bien y no tendría piedad al momento de... Tomarlo.
  Pero lo que más lo aterraba, aún más que ser tomado con violencia, era ser marcado. Era que un Alfa estúpido lo mordiera en el cuello y lo haga de su propiedad para siempre, que lo convierta en un ser sin conciencia totalmente dócil y sumiso, preso de sus instintos y aún más de la necesidad del alfa que lo marcó. Tenía miedo de dejar de ser él mismo por complacer a un alfa que lo pisotee cuando se le dé la gana. Era por eso que siempre había hecho la contra a todo, porque había decidido no terminar como su padre, un Omega sin alma, cansado de ser pisoteado pero resignado a serlo, o cómo su tía que murió de tristeza cuándo su alfa fue asesinado por bandidos cuándo intentaban secuestrarla, presa de la marca en su cuello, siendo arrastrada por el lazo hasta la muerte.
  Volvió a sacudir su cabeza, pensar en esas cosas lo estaban haciendo temblar aún más y le comenzaba a doler el estómago. Pero igual comenzó a pensar en sus padres, estos habían abandonado la casa y ahora no tenía ni idea de qué les pudo haber pasado, era extraño que hayan desaparecido. Lo único que sabía ahora es que se sentía aún más abandonado por ellos que antes.

  Más tarde, Gerard entró al cuarto murmurando algo por lo bajo, mientras que comenzaba a desvestirse. Mientras, Frank estaba sentado en la cama, con las piernas tapadas y un libro en las manos, justamente el mismo que Gerard estaba leyendo la noche anterior, «La casa de los espíritus» se titulaba, y aunque esté lleno de páginas comenzaba a serle interesante.

  — Gerard... ¿Estás bien?— Se animó a preguntar y Gerard suspiró, comenzando a abotonarse la camisa del pijama.

  — No te preocupes, solo discutí con mi padre. Otra vez—

  — ¿Por mí?—

  — Frank...—

  — ¿Por mí?— Insistió y Gerard dejó escapar un gruñido que hizo contener el aire a Frank, sintiendo algo extraño en el pecho.

Sólo Tuyo ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora