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Se bajó del coche sin haberlo parado por completo, si quiera. Recorrió el espacio que le separaba del porche en apenas tres zancadas y aporreó la puerta principal. No obtuvo respuesta, por lo que volvió a golpear la entrada. Lo hizo una tercera vez, y estaba ya analizando la forma de trepar por la fachada hasta la segunda planta cuando por fin abrieron.

- ¡Justin! -exclamó Sarah, saliendo con su bata y sus rulos de detrás del enorme cuerpo de Peter. -¡Son las cuatro de la madrugada! ¿Qué haces aquí a estas horas?

- Vengo a por Jazzy. -dijo, sin parar de moverse de un lado a otro.

 La pareja sonrió. Estaban demasiado dormidos como parar tomárselo en serio.

- ¿Cómo que vienes a por ella? -repitió Peter -Está durmiendo, no puedes llevártela ahora. Pasa y descansa, anda.

- No tengo tiempo para descansar, la niña dormirá en el coche. -insistió el chico.

 Los dos adultos empezaron a ponerse serios.

- Justin, entra en razón, son las...

- ¡Ya sé qué hora es! -contestó, perdiendo la paciencia. Apartó a Sarah y Peter de un empujón y pasó entre ambos -Lo siento, pero quiero verla ahora.

 Corrió hasta el cuarto de Jazzy con la pareja pisándole los talones, gritando que no podía llevársela, y atrancó la puerta tras él. En seguida comenzaron a pegar golpes contra la madera.

 La niña estaba incorporada en su camita, frotándose los ojos con carita de sueño. El jaleo la había despertado, pero en cuanto vio a Justin, todo el cansancio desapareció.

- ¡Justin! -gritó, levantándose rápidamente - ¡Te he echado de menos!

 Aquella frase tan simple, tan sencilla, a pesar de todo lo que se le echaba encima por momentos, del recuerdo doloroso de _______(tn), y a pesar de que tenía a dos personas gritándole que estaba cometiendo un delito, consiguió hacerle sonreír.

 Se acercó a ella y se agachó para abrazarla. La alzó en brazos mientras ella le daba besitos en la mejilla y le rodeaba fuertemente con sus bracitos.

 Justin se dirigió al armario. De él sacó una pequeña mochila rosa con un dibujo de Minnie Mouse. Metió en ella lo suficiente y necesario; un par de camisetas, otros pantalones y ropa interior de recambio, además de una de sus muñecas. Se la echó al hombro y luego se dirigió a la puerta de la habitación.

- Jazzy, cariño -murmuró con ternura, antes de abrir. Quieres venir conmigo de vacaciones, ¿verdad?

 Ella asintió con fuerza, sonriente.

- Entonces me tendrás que hacer un favor, ¿vale? -lo dijo con un tono más serio para que comprendiera que era importante, y la niña pareció entenderlo. -Quiero que te agarres muy, pero que muy fuerte a mi, y que cierres los ojos.

- ¡Vale! exclamó ella, feliz de que fuera fácil.

- Pero me tienes que prometer que no los vas a abrir hasta que yo te diga.

- Vale -sonrió, e hizo lo que le pedía.

 Justin suspiró y desatrancó la puerta. Automáticamente, Sarah y Peter se le echaron encima, como él había supuesto que harían.

- ¡Justin, ésto es un secuestro! -exclamó Sarah, mientras ambos trataban de arrebatarle a la niña.

 El chico intentó pasar de forma pacífica, pero cuando la pareja se lanzó contra él y tocó a la pequeña no dudó un segundo, se echó una mano a la espalda y, de debajo de la camiseta, sacó una pistola. No tuvo que decir nada, en cuanto puso el cañón en dirección a sus cabezas los dos retrocedieron espantados.

- Suelta eso, Justin, tranquilízate -le rogó Peter, con las manos extendidas hacia el muchacho en sentido apaciguador.

- Estoy muy tranquilo -aseguró Justin- Apartad.

 Ninguno de los dos se movió. Tenían miedo, Justin podía verlo en sus ojos, pero no iban a apartarse sin más para dejar que se llevara a Jazzy, y a pesar de que le estaban entorpeciendo la huída, se sintió afortunado por haber dejado a la niña con ellos. Aún así, tenía un mal presentimiento, y eso le mantenía atento e incluso molesto.

- Tengo un temperamento un tanto inestable -comentó, jugueteando con la pistola, aunque no había nada más lejos de la verdad-, como me ponga nervioso se me va a escapar el dedo -Volvió a colocar éste en el gatillo y lo acercó peligrosamente a la sien de Sarah. -Si yo fuera vosotros, me movería.

- De acuerdo, de acuerdo -murmuró Peter, asustado -Por favor, no dispares. Por favor.

- Atrás -repitió Justin.

 Tanto el hombre como la mujer se apartaron de la puerta, y el chico bajó con lentitud las escaleras. Salió a la fría noche, aún apuntando a la pareja, que los seguía despacio. Dejó a Jazzy y a la mochila en el asiento de copiloto y le puso el cinturón.

- No abras los ojos todavía, Jazzy. -le recordó, y ella asintió fervientemente, sin una palabra.

 Fue hasta el lado del conductor y bajó el arma.

- Muchas gracias por cuidar de Jazzy por mi -por muchas pistolas que sacara, no iba a perder los buenos modales -Hasta pronto -se despidió, y se metió en el coche.

 Arrancó y aceleró hasta salir del pueblo, pero no se metió en autovía. Prefirió mantenerse en los caminos.

- Ya puedes abrir los ojos, pequeña.

 Ella lo hizo. Miró a todos lados, como examinando la situación.

- ¿A dónde vamos? -preguntó con inocencia.

- De vacaciones, enana, ya verás qué bien lo pasamos -le sonrió.

 Ella se quedó pensativa; algo no le cuadraba.

 - ¿Y por qué no viene _______(tn)?

 Justin sintió una fuerte punzada en el pecho, como si de pronto le faltara el aire. Respiró hondo y, sin apartar la vista de la carretera, cogió la mochila de Minniey la acolchó a modo de almohada al tiempo que le decía:

- Es muy, muy tarde, Jazzy. Intenta dormir, ¿vale?

 La única respuesta que recibió fue la imagen de la niña recostándose en su asiento. El chico se pinzó el puente de la nariz con dos dedos, cansado, y apagó los faros. No sabía porqué, pero algo le decía que, incluso aún siendo las cuatro y veinte de la madrugada en aquel camino rural deshabitado, le convenía ser invisible.

 Poco después de que el deportivo de Justin desapareciera, un Sedán negro aparcó frente a la casa. Sarah y Peter aún estaban en el jardín. Un hombre vestido con una combinación de gris y negro y unas gafas oscuras en plena noche se acercó a ellos.

- A venido, como dijiste.. -murmuró Peter.

- ¿Dónde está?

- Acaba de irse -susurró. Sarah no parecía capaz de hablar.

 El hombre maldijo por lo bajo, tratando de mantener la calma.

- ¿Y la niña?

- Se la... ha llevado -murmuró Peter.

- Joder -dijo el hombre, más para sí. Sacó el móvil, lo miró un par de veces, pensativo, y lo volvió a guardar. Ni rastro de ningún punto rojo. -¿Se lo habéis puesto?

Al no obtener respuesta, comenzó a ponerse nervioso y dio un paso hacia ellos.

- Le habéis puesto a la niña el dispositivo que os dimos, ¿verdad? -se exasperó, pero nadie contestó -¿Verdad? -repitió, amenazante.

- Sí... -lloriqueó Sarah, finalmente.

 Y el hombre de negro volvió a sacar el teléfono. Por fin aparecía en él el esperado punto rojo.

 Ya los tenían.

juguemos a ser uno(justin y tu) 1313Donde viven las historias. Descúbrelo ahora