Primer plan sale mal.

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Capítulo 2.

Tanya se había encargado de colocarme un increíblemente ajustado corsé, sentía que apenas podía respirar.

Ayer había llegado un vestido celeste cielo a la mansión, era amplio y con volados en las mangas.

El escote en forma de corazón estaba adornado con seda blanca, y la falda había sido bordada con rosas doradas.

Las rosas doradas eran el escudo de mi familia, aquello que nos distinguía de los demás nobles. Ahora entendía el porqué de la cantidad de esas malditas rosas en toda la casa.

El rebelde cabello que caía de manera libre por mi espalda usualmente hoy había sido recogido en un moño alto y perfecto.

Yo no quería resaltar, y dudaba que ahora pudiera cumplir con esa parte del plan.

Suspiré observando mi reflejo.

Bueno, al menos en esta vida era mucho más hermosa que en la anterior.

Sonreí.

-El carruaje la espera, Ama.- Un mayordomo se asomó por el pasillo.

Me encontraba en la sala de estar de la mansión, mis padres se habían ido más temprano, ya que Edgar debía estar junto al rey en todo momento.

Salí de la mansión y me subí al blanco y dorado carruaje.

El viaje duro 20 minutos, al atravesar la ciudad me percaté de que en estos días no había salido de mi nuevo hogar.

Era un pueblo bastante limpio, casas, puestos de comida, y ropa, nada extravagante.

El carruaje dobló hacia la izquierda y entonces pude contemplar a lo lejos el gran y blanco castillo.

Un inmenso jardín con fuentes, y rosedales de distintos colores eran la entrada de tan imponente edificio.

-Es tal como me lo imaginé.- Murmuré para mí misma, maravillada con tal hermosa vista.

Más carruajes se adentraban por la gran puerta, el mío estacionó primero, y un caballero me ayudó a bajar.

-Lady Lila.- Hizo una reverencia y yo asentí con la cabeza.

Podría acostumbrarme a esto.

Todo había sido decorado con telas rojas y velas que flotaban en el aire gracias al mago real.

Aquello había sido lo que más me asombro, ya que la única ves que había visto algo como eso fue en una película de Harry Potter. Intente no lucir sorprendida, y con una leve sonrisa fingida me adentre en el castillo.

(...)

Las trompetas resonaron en el gran salón y uno de los caballeros anuncio.

-Su majestad, el Rey Carlos II.-

Por la gran puerta un hombre viejo entro, vestía una gran capa roja, un traje negro, y su cabeza era adornada por una gran corona de oro.

Su cabello era negro y sus ojos rojos como la sangre.

Con una soberbia mirada camino tranquilo hasta el final del gran salón, subiendo cinco escalones de mármol se encontraba el trono del rey y de la reina.

La reina se encontraba ahí, su cabello rubio caía como una cascada lacia hasta su cadera, había sido peinada con dos trenzas a los costados que eran adornadas por una corona de flores también de oro.

La mirada verde de la mujer no era soberbia como la del rey, más bien tranquila, su porte era refinado, pero también intimidante.

Su vestido era largo hasta los pies, ajustado hasta la cadera y luego suelto hasta abajo, color rojo y blanco, las mangas también eran ajustadas hasta los codos y luego holgadas.

¡No Moriré Otra Vez! /Editando/ Tomo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora