Malditos

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Miedo, eso se sentía en el ambiente, los objetos se habían salido de control y quiénes peor la estaban pasando eran el capitán Ayers y el otro legado, la cadena se habia enrrollado en sus cuellos impidiendo el paso de oxígeno.
En esos segundos el cuerpo de Adrián se movió por sí solo, acortando en segundos la distancia que los separaba, en el trayecto había visto como el mayor luchaba contra la asfixia para luego perder el conocimiento, cuando al fin llegó, logro evitar que el cuerpo de este sufriera un severo impacto que produjo la cadena al azotar los cuerpos contra el piso, como si resintiera ser despertada.

Veía sus manos, pero no las sentía suyas, la gran furia de la bestia consumía su cordura y el olor de la sangre llenaba sus ideas mientras se sumergía en el instinto que lo obligaba a seguir, fijo su mirada en las personas que corrían aterradas hacia el bosque, sin esperar ni un segundo se lanzo a  matar.
Placer, eso le llenaba cada vez que enterraba sus garras en su presa, profiriendo un aullido y siguió desenfrenado hasta alcanzar a todos. Cuando acabo con el ultimo de ellos aquel sentimiento desapareció y solo quedo un vacío y dolor inexplicable. Escenas como esa se repetían una y otra vez sin descanso en diferentes lugares, diferentes presas, mientras escuchaba gritos de familias enteras atormentándolo, y una voz que no dejaba de llamarlo. Esta le resultaba cálida familiar y en esa pesadilla era la única que aun le brindaba por momentos un lazo con la realidad.
Pero hubo luz, unos tranquilos minutos donde aquel frenesí se disipó y las abrumadoras ideas brotaron, entendiendo que todas aquellas víctimas no eran suyas, y todas las presas que despedazo eran los verdaderos monstruos, ahora veía al lobo frente a el cansado, flechas atravesaban su grueso pelaje y marcas que dejaban ver su carne, sangre bañaba su oscuro pelaje mientras que de su boca brotaba mas como una cascada, moribundo y lleno de rabia. Habían cambiado a este ser, lo habían retorcido y utilizado.
Con mucha cautela Bastian se acerco temeroso al poderoso ser, mientras con gruñidos lastimeros este trataba de alejarlo, al final reuniendo lo poco que le quedaba de valentía pudo tocarlo, el poderoso lobison miro sus ojos como rogando para ya no seguir en ese circulo infinito de sufrimiento al que fue condenado.
-cumpliste, déjame llevar tu maldición- rogó Bastian con un suave tono, apiadándose de aquella alma que penaba- yo... yo se que no eres un monstruo, te han desviado de tu camino, y te han hecho sufrir, déjame quitarte ese peso.
La bestia se recostó ya con sus ultimas fuerzas aun mas contra la roca a su espalda, y mientras aun mantenía fijamente sus ojos en Bastian, alzo su cabeza mostrando las pesadas cadenas que le apretaban esperando que fueran retiradas. Con temblorosas manos y esperando que de un zarpazo no lo destrozara, retiro el burdo pestillo, la piel escarpada y al rojo vivo hizo que saltara de la impresión y al mirar nuevamente el rostro del lobo vio como cambiaba al de un hombre.
Con los ojos cansados el desconocido le señalo las pesadas cadenas, Ayers entendió que debía colocárselas. Haciendo caso recogió las cadenas y mientras lentamente se las colocaba veía como los ojos del contrario soltaban lagrimas, y lleno de dudas pero con decisión aceptó llevarlas, cerrándolas al fin.
- yo, Bastian Ayers acepto tu maldición, como una bendición para mi aceptando a voluntad tu destino y pidiendo que tu alma encuentre paz.
El hombre lloro como un bebe, mientras las marcas sobre su cuerpo se cerraban y parecía volver a renacer, había cumplido, y ahora podía ser libre, libre de al fin descansar. Cuando sus fuerzas volvieron su cuerpo pareció emanar luz y en un instante desapareció.
Era pesado el grillete sobre su cuello pero no apretaba.

 Cuando reconoció de quien era la voz fue hasta ella.

Los otros legados habían recobrado la conciencia y cuando eso sucedió en sus pieles se tatuaron las marcas de su atadura.
Adrián llamaba a Bastian, estaba preocupado, aunque no se agradaban una fuerte necesidad de permanecer a su lado lo impulsaba a seguir llamándolo, cuando sus pesados párpados se abrieron la cadena soltó su cuello desintegrándose al tiempo que dejaba una grave marca, esta empezó a extenderse como si quemaran la piel del capitán haciendo que se revolcara de dolor mientras desesperado se sostenía del menor dejado marcas también en el.
Cuando al fin todo termino, los oficiales se acercaron a los legados, reuniendo así valiosa información de estos. Aún no sabían que tipo de dones sus ataduras les brindarían pero todos en la sala rogaban para que fueran lo suficiente.

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Bastian se despertó con dificultad, primero vio el techo, quedando fascinado con cada pequeño detalle, todo se le hizo mas vivo, más vibrante, los colores se agolpaban en sus pupilas observando que también el mundo a su alrededor parecía moverse con mas lentitud, un olor familiar llego hasta el, acompañado de un suave susurro en su oreja, al darse ligeramente la vuelta se dio cuenta de que compartía cama con Adrián, recordó lo que había pasado hasta el momento después de haber aceptado la maldición, para el estar en esa pesadilla se sintió como una eternidad por eso cuando por fin pudo despertar, ver al menor fue nostálgico.
Ahora veía su rostro, ligeras sombras marcaban los contornos de sus pómulos, para Bastián que estaba descubriendo el mundo con otros ojos le parecía hermoso, sutilmente se acerco a este, el aroma del menor lleno sus pulmones y se regocijó al reconocer su olor en el, hace unas horas le resultaba insoportable su presencia ahora un suave deseo lo invadía y le exigía tenerlo cerca suyo; acerco su rostro al contrario y junto sus frentes, bajo las sabanas atrajo ese fino cuerpo hacia si sintiéndose complacido cuando este se removió y abrazo también el suyo. La Paz que le transmitió volver a sentir calidez no tenia precio y con sus dedos delineo cada rasgo del menor, fue una noche larga y abrumadora, ahora allí mientras pasaba su pulgar sobre esos suaves labios pedía que no se acabara, que el sol no saliera del todo, para poder tenerlo unas horas mas entre sus brazos.

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La luz entraba cálida por la ventana mientras que afuera ya todo había comenzado, las naves desplegaban sus velas y los marinos con la moral alta llenaban sus puestos, funcionando todo como un reloj.
Dentro del camarote del capitán, Ayers trataba de ponerse su ropa, sumergió su cara en el balde con agua fresca y cuando se miro nuevamente al espejo todo parecía haber vuelto a la normalidad, sus dientes ya no ostentaban grandes colmillos ni brillantes ojos verdes, pero si cargaba la enorme marca que se extendía por gran parte de su cuello y parte de su pecho.
-No creo que deba hacer eso- dijo esa familiar voz nuevamente, haciendo que este parara en seco, pero al instante siguió secando su cuerpo mientras se giraba.
- Estoy bien- dijo, con el mismo tono usual- te agradezco que me trajeras anoche.
Adrián lo notaba algo distante, y un poco mas frio que siempre, pero había signos evidentes, lucia intimidante, un poco mas imponente y corpulento, era notorio para el ya que la ropa que se estaba colocando se le veía un poco mas entallada, y la muy sutil forma de enojarse en su presencia se había amainado.
Mientras ayer terminaba de cerrar su chaqueta notaba la mirada de Adrián sobre el.
- Así que eres un águila dorada?- este tema puso incómodo al muchacho quien se levantó de la cama y trato de salir del camarote, pero antes de que si quiera estuviera a un paso de la puerta el Capitán se interpuso, con una mirada intensa y cierto enojo en ella- no dije nada frente a mis superiores, pero casi me cuestas la misión.
-Yo no tenía esa intención, sólo...acompañe a mi padre- Adrián apretó su insignia y pidió a todos los dioses que el Capitán no lo matara en ese instante, este deseo se le notaba en las manos ya que no paraba de temblar, Ayers se apartó de la puerta, sintiendo que se había pasado un poco de la raya trato de seguir en sus asuntos- ayer el me nombró un águila yo no sabía nada hasta entrar a las catacumbas.
Sin decir más abrió la puerta y se dirigió hasta su puesto en el barco, por suerte gracias a lo sucedido lo habían asignado a un mejor camarote, donde estaban todos los legados más jóvenes, no tendría que compartir una barraca grupal con más de 40 marinos en los pisos más bajos de la nave.
Pero ahora era la presencia no deseada entre ellos, era fácil de ver ya que le dieron el peor lugar para dormir, un catre casi al pie de la puerta a sólo 5 centímetros del piso.
-ojala las ratas sean pequeñas.

El corazón de IshtarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora