Maldito silencio.

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La profesora está copiando algo en el pizarrón.

Yo observo toda el aula con despreocupación.

Miro hacia mi izquierda.

Allí está el chico rubio.

Miro sus manos inquietas.

Tiene el anillo azul marino que tanto me encanta puesto.

Lo adoro.

Recuerdo que el día en el que nos conocimos le pregunté por él.

De vez en cuando, se lo pido prestado.

Y él se lo quita, y me lo extiende.

Y después se lo devuelvo al finaliazar el día de clases.

Me queda grande.

Siempre me lo coloco en el dedo pulgar.

Me encanta.

Pero ahora no quiero pedírselo.

No quiero molestar.

Es de noche.

Es muy tarde.

Mañana no sé como haré para levantarme.

Pero estoy hablando con él.

Vale la pena.

Me llega un mensaje.

Dice que quiere oír mi voz, sólo una vez.

Quiere escucharme decirle que también lo quiero.

Estoy debajo de mis sábanas.

Todo esta ocuro y en silencio.

Mis papás y hermana duermen.

Y como adoraría mandarle aquel audio.

Pero le digo que no puedo.

Y el me pide por favor.

Y le contesto, nuevamente, que no puedo.

Él se pone triste.

Dice que no lo aprecio en serio.

Y se me encoge el corazón.

Le digo que lo amo.

Pero que ahora no puedo hacer ruidos.

Él me ruega.

Le digo que espere un segundo.

Tomo mucho aire.

Guardo el celular en mi bolsillo.

Saco mi cuerpo de la cama cucheta.

Observo la oscuridad.

Estiro mi cuerpo.

Busco con la punta de mis pies la cama de mi hermana.

Mientras me mantengo sostenida por mis brazos, aferrada a las colchas.

Mi cuerpo entra en desesperación al no encontrar una base en la cual apoyarme.

Hasta que al fin toco la madera dura, me doy impulso y salto hacia el piso.

Caigo en un golpe seco.

Me duelen las plantas de los pies.

Voy a tientas por el pasillo, hasta el baño.

Mi casa no tiene privacidad, estés donde estés se escuchará en toda la casa sea lo que fuere.

Cierro despacio la puerta.

Me siento en la tapa del inodoro.

Estoy sudando.

Abro Whatsapp.

Le digo que le enviaré el audio.

Voy a Grabaciones y susurro un "te amo mucho, mucho".

Apreto play, antes de enviárselo.

No se entiende ni escucha absolutamente nada, lo dije muy bajo al parecer.

Aunque para mí se asimilaba a un fuerte murmullo.

Lo intento varias veces más.

Suelto un bufido de frustración.

Le escribo que no hay caso, que no se puede.

Pero él no me responde.

Ya no está en línea.

Siento como mi corazón rebota en mi pecho.

Le ruego que vuelva.

Pero solo me clava el visto.

Adoraría gritarle ahora mismo todo lo que siento por él.

Tiro mi cabeza hacia atrás.

Algo húmedo obstruye mi vista.

Presiono mi mandíbula con fuerza, obligandome a mí misma a no llorar.

"Es un audio, por favor, no seas tan estúpida", me reprocho mentalmente.

Pero eso sólo logra que las gotas amenazen salir con más fuerza.

Trago efusivamente.

Y le tecleo que me iré a acostar.

Y que lo amo.

Y que me perdone.

Y él, luego de unos minutos de sufrimientos, en los que sólo aparece su "en línea" responde.

"Ya no importa lo del audio. Yo más", leo.

Bloqueo la pantalla y preciono el celular contra mi pecho.

Necesito dormir.

Ya.

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