Olor || Día 22

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Mientras más se acercaba a los puestos podía percibir, con su increíble olfato de alfa, la comida. Cabe destacar que era muy quisquilloso con lo que se llevaba a la boca, así que olería bien antes de decidir comprar algo.

Pudo oler un par de comidas que no eran de su atención, pero entre las ventas pudo elegir un plato de comida caribeña. Arroz, frijoles y pollo, todo bañado en el aroma dulce de la leche de coco. Lo compró, sintiéndose gustoso por la elección de platillos. Pagó el plato y se sentó en una de las mesas que ofrecía la plaza y los locales.

Mientras comía, disfrutando del platillo, casi al terminar, de hecho, pudo oler un nuevo aroma salir de uno de los puestos. Algo dulcemente ácido. ¿Limonada de hierbabuena? ¿Pie de limón? No, no, era diferente. Olía refrescante, un postre nuevo que debía probar.

Al terminar de comer, se dejó llevar por su brillante olfato hasta aquel aroma intrigante. Mientras más se acercaba su corazón de agitaba. Más y más. La emoción se le subió a la cabeza y pronto empezó a correr el poco de tramo que le faltaba para llegar.

Ahí pudo saber cuál era el postre preciado. Había un chico que nunca había visto atendiendo, tenía una venda en su mano y parecía que le incomodaba. También, vestía el uniforme de la cocina. Algún accidente abría de haber pasado y él habría tenido que abandonar su puesto en la parte de atrás de la cocina. Debía ser alguien importante, pues el que normalmente atendía, el dueño del lugar, ya no estaba.

–Disculpe… ¿lo conozco? –preguntó el chico, sonriente, inclinándose hacia el frente para mirarlo mejor. El alfa se le había quedado mirando de manera rara y desde hacía un largo.

Se quedaron en silencio por unos segundos hasta que el más joven, el que estaba atendiendo, habló risueño.

–Mucho gusto –dijo y extendió su mano buena al hombre–, me llamó Davis.

El alfa se quedó anonadado ante el chico. Su pulso se aceleró y le tomó la mano con firmeza.

–Y-yo… –su boca se abrió un poco por la sorpresa.

Al rozarse lo supo. Su cuerpo, su mente y él lo supieron. Ese chico, era su destinado. Un alfa de olor dulce y ácido, de rostro fino y un buen orador de gran carisma, de cabello rizado y castaño y torpeza sencilla pero amable.

–¿Lo sientes? –preguntó el chico– Tienes un muy buen aroma. Justo hace un rato mientras cortaba verduras, me haz distraído con eso; ron con cola, como una Cuba Libre.

–No ha sido de mis cosas favoritas, Dave –miró el suelo ligeramente avergonzado. Normalmente la gente pensaba que era un borracho por ello, pero al chico parecía agradarle. También, se sentía mal por haber causado el accidente–. Gracias.

El chico menor le brindó otra sonrisa y se quitó el delantal.

–¡Mark, me iré ya! –alertó a alguien respondió sonando algunos trastes– ¡Está sangrando otra vez!

Y entonces, separó su mano de la del otro alfa y la llevó al rostro ajeno. Le dio un beso de labios. Corto, dejándolo con ganas de más.

–Te espero en el parqueo, seguro querrás hacerte cargo de esto antes que te demande –señaló su otra mano, la que llevaba vendaje.

Y así, encantador, desapareció por la parte de atrás del local, dejando a su destinado con una sonrisa boba en su rostro.

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