Embarazo || Día 9

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Se quedó estática. Su mente se olvidó de cómo hablar y, aunque abrió la boca para decir algo no salían palabras, solo sonidos guturales. ¿Qué debía decir? Siempre tenía algo, pero para esta vez, ¿cómo podría haberse preparado?

–No hagas caras –la chica chica beta le suplicó–. Al menos di algo… por favor –terminó por decir, esperando encontrar algún consuelo en las palabras de su novia.

La alfa entonces, cayó en cuenta de que, debía decir algo. Su amada, estaba poniéndose nerviosa, incluso triste e incómoda. Aquello le dolió.

–Tú… –intentó hablar, pero su voz se quebró. Ella también estaba un poco nerviosa por la noticia.

La alfa tuvo que hacer una pausa, aclaró su voz y, luego de suspirar, miró los ojos de la beta, como buscando las palabras correctas por decir. Seguía en blanco. Si no podría hablar, al menos intentaría demostrarle lo que pensaba y sentía. Tranquila, transmitiendo esa tranquilidad a través de sus feromonas.

Aunque aquello solo parecía confundir y asustar más a la beta, quien se puso erguida, mal interpretando un poco su tranquilidad por desinterés.

Entonces, la alfa, quien estaba en el asiento de al lado en el mismo sofá, buscó sujetar una de sus manos. La chica beta le sedió su mano derecha y ella la sujetó entre las suyas. Ambas chicas tenían las manos temblorosas, pero la alfa intentaba calmar a su compañera. Acarició su mano suavemente y le dio un suave beso a la contra palma.

–No te preocupes –le salió decir–. Estoy aquí para ti y seguiré aquí para ambos, si así lo quieres.

La beta, quien hasta el momento estaba dudosa y entristecida, no hizo más que abrazarse al cuello de su novia. Le dio un par de besos en la mejilla y se quedó enganchada a ella. La alfa siempre encontraba las mejores palabras, aunque fuesen cortas.

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