Dolor || Día 17

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Soy feliz. Soy tan feliz que debo compartirlo con todos.

Comparto mi vida con un beta trabajador, quien me da todo lo que alguna vez pensé e incluso, lo inimaginable por mí. Él me ama y yo también lo hago. Tenemos dos niños pequeños, mellizos; un coqueto omega y una revoltosa alfa. No se imaginan la alegría de él al enterarse. Anthony y Monika. Espero no sean los nombres de algún ex.

Mis pequeñínes me dan guerra. Los amo, aunque dos a la vez es más difícil. Por esto mismo, el mes pasado hemos contratado a alguien que nos ayude con algunas tareas en casa. Alister, se llama. Una omega amiga de él.

Él. Oh, ja, ja, ja. Él parece un niño también, de vez en cuando, nos alejamos de la rutina y, dejamos a Alister a cargo del hogar. Salimos y se pone cariñoso conmigo. Son buenos momentos para la relación.

Cuando era joven, era algo rebelde. Él, severo, me ayudó a volver a la línea. Estoy acostumbrado a usar collar ahora, pero a veces extraño la sensación de desconcierto que me dejaba el andar mi cuello libre. Un día, lo olvidé y salí sin él a comprar. Pareciera que fuese otra persona, fue emocionante.

Cuando salgo con mi collar me protejo, aunque creo que es tonto e inútil, a él gusta que lo use, oculta mi aroma un poco, también quiere que evite ir solo a la panadería. Dice que el hijo mayor del dueño es un cretino. Creo que es un chico agradable, que sea alfa no lo hace malo.

Hace unos días que me reencontré con un viejo amigo, Erick. Se ha puesto más fuerte y usa un perfume con olor a madera y frutos salvajes. Me ha ayudado con las compras y me preguntó que por qué necesitaba tanta comida. Tampoco parecía notar que el tiempo había pasado y que yo ya había formado una familia.

Hablamos por un largo rato, tanto que perdí la noción del tiempo. Erick me hizo recordar los viejos tiempos, donde salíamos y hacíamos travesuras. Cuando me quitaba mi collar frente a los alfas, solo para bufarme de los que eran idiotas. Cuando robaba comida de los supermercados por diversión o incluso, cuando escapaba de clase junto a Erick, para irnos a besar detrás de las graderías.

Esos días donde todo era posible. Donde no tenía que rogar para que parara, donde podía decidir cuándo y cómo lo quería. Donde éramos un equipo, pero cada uno elegía el rumbo donde caminaba. Charlar, me hizo recordar que vivía en una caja, que yo mismo había puesto a mi alrededor.

Quizá quise recordar mejor el pasado y me quité mi collar frente a él. Me deshice del peso que cargaba y, sin forzar, con mi mano cayendo sobre su hombro fornido y varonil, lo invité a acompañarme.

Era tan diferente. Fuerte, carismático, conocedor del cuerpo y anatomía omega. Sus manos sabían donde tocar y su boca extaciaba y hacía temblar todo mi cuerpo. Sus dientes, en un tironazo efímero y corto, pero que seguirían las señales conmigo hasta la muerte, se clavaron en mí y así, pude escapar del aburrido y doloroso mundo del que nunca fui parte.

Soy feliz, realmente ahora. No sé qué seguirá, pero no puede ser peor que antes.

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Este es el relato más feo que he hecho, está todo desordenado. Bueno no, el peor es el del día (déjenme revisar) 11; trabajo. De hecho, vi y dije lo mismo jaja. Este está desordenado nomás, si hubiese tenido tiempo y más libertad creativa, hubiese quedado mejor.

Bueno, espero de mañana estará mejor. Por el bien de los tres lectores que tengo y mi orgullo, juro que así será.

Writeober omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora