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Hubo una época donde los omegas no tenían demasiados bebe, por lo tanto la población disminuyo progresivamente, las autoridades ofrecían a los embarazados bonos y ayudas para fomentar y generar algún cambio en la cantidad de recién nacidos, dentro de ese tiempo los alfas tenían bebes por montones, muchos de ellos no se preocupaban detener que ser millonarios para tener muchos hijos, gracias a la ayuda  del gobierno los omegas comenzaron a subir la cantidad de personas en una población. Sin embargo dentro de los lugares menos poblados muchas familias decidieron abandonar a los hijos que tenían y que nacieron fuera de los plazos que le permitían acceder los bonos y recursos, así tendrían una nueva oportunidad. Ese fue el caso de Yumi, una mujer que tenía un pequeño de dos años, Izaya, había nacido antes de tiempo así que no era beneficiario de ningún bono ni ayuda. Su madre decidió que lo dejaría y se iría a la ciudad y allí podría volver a embarazarse. Para Izaya fue horrible, ella lo abandono en una pequeña choza dentro del bosque, allí nadie lo encontraría y seguramente moriría dentro de poco, ella nunca quiso a ese pequeño niño, era demasiado débil y aterrador, jamás creyó que tendría un hijo con ojos tan diabólicos como Izaya. Sin más, lo abandonó en el bosque en pleno invierno.

Los días eran crudos allí, el pequeño ahora de cinco años seguía en busca de alguna fuente de agua, después de que su madre lo golpeara y lo dejara solo en aquel tenebrosos lugar decidió con tan solo dos años, vivir, no se dejaría morir porque su madre lo había abandonado solo para irse y tener una buena vida. A veces podía usar su instinto felino para atrapar a sus presas, otras veces debía buscar alguna otra manera, lanzas, arpones e incluso unas flechas. Nunca había visto a otra persona por allí y tampoco había tenido problemas con algún otro animal, hasta hoy. 

Un hermoso y gigantesco león estaba recostado sobre unas rocas cerca de un arroyo, Izaya quiso acercarse pero pensaba que si aquel animal le molestaba seguramente lo golpearía o lo mataría de un zarpazo. Esta vez pudo sacar la pequeña pantera de su interior y retroceder sin hacer ruido cuando creyó que estaba a salvo, sintió el aliento caliente sobre su cabeza. Asustado comenzó a correr, pero quien lo perseguía era mucho más rápido y en algún momento tropezó y se torció una de sus patas delanteras, aun en el suelo el león comenzó a rodearlo y olfatear el aire. Sentía como temblaba su cuerpo y pronto tomo su forma humana, el león se sentó frente a él, observándolo, analizando cada parte del cuerpo de Izaya, seguido el león también se transformó en humano, un apuesto humano, rubio de ojos miel, alto y musculoso, parecía un dios griego.

-por qué me espías?

-…l-lo siento solo quería un poco de agua 

-mmm ya veo

Lo ayudo a ponerse de pie para luego darse la vuelta y comenzar a caminar de regreso a su lugar.

-disculpe, ¿cuál es su nombre?

-Shizuo

-un gusto, soy Izaya 

-que bien. Sin más el león se marchó, para Izaya era algo extraño, el parecía ser de clase alta, pero que estaba haciendo él en el bosque. Mientras tanto el enorme felino e acomodó en su exquisita roca, su olor estaba por todo el lugar, solo quería estar allí el resto de su vida, tal vez encontrar una pareja que le dé hijos, llevarlo a su pequeña cueva escondida cerca de una cascada. Mientras se seguía revolcando en la enorme roca, Izaya lo miraba, algo de aquel sujeto lo atraía y él quería frotarse contra ese enorme león rubio.

-creí haberte dicho que no me espiaras

-solo quería ver que haces aquí

-es mi casa no lo ves

-puedo quedarme aquí?

-no.

-porfis 

-no 

-prometo portarme bien

-sigue siendo no

-entonces puedo frotarme contra tu cuerpo

-sabes lo que estás diciendo?

-solo quiero tener tu aroma en mi 

-porque yo?

-eh, bueno hueles muy bien, es exquisito además recién se paro 

-que?

-que de qué?

-que fue lo que paro?

-mi pene 

-…..

-creo que me siento excitado por tu olor Shizuo-san 

-qué mala suerte la tuya, solo me apareare con una chica, alguien que me dé hijos

-yo puedo!

-no mientas!

-soy un omega, al menos eso recuerdo que mi madre dijo cuando era pequeño

-pues no hueles a nada

-eh? 

-los omegas deben desprender un olor delicioso que atrae a su alfa y así pueden estar juntos y hacer bebes, tal vez tu estas averiado 

-mmm no lo sé, cuando tenía dos años mi madre me abandono aquí, dijo que se iría a buscar un buen futuro para ella 

-…lo siento 

-está bien

-pudiste sobrevivir bastante 

-si, bueno tuve que pasar días sin comer o incluso dormir al frio para poder conseguir alimento--. Mientras Izaya contaba su historia a Shizuo, este  ya se había acomodado cerca del león, estaba contando su historia mientas con sus garritas cepillaba la melena del león que lo escuchaba atento.

 -dime, que edad tienes?

-quince y tu?

-yo tengo veinte, aun eres un bebe por eso no hueles como una hembra

-entonces no me vas a dejar frotarme?

El rubio suspiro, de alguna forma sentía que ese pequeño podría hacerlo feliz, el gobernaba allí así que siempre estaba solo, tal vez si esperaba a que Izaya madurara sexualmente podían ser pareja. Dejó que el menor frotara su cuerpo con el mismo, sintió como su pelaje era jalado y despeinado, Izaya parecía muy caliente haciendo eso, dejaba salir gruñidos y algunos suspiros. Los días siguientes  Izaya se quedó en la cueva que Shizuo tenía para él, allí había un enorme especie de nido hecho de paja y algunos trozos de lana que seguramente fue de alguna de sus presas. El tiempo paso volando e Izaya ya era todo un adolecente completo, tenía diecisiete años cuando sus celo llegó, aunque estaba nervioso y asustado debía hacer el mayor esfuerzo por atraer a Shizuo. Dejando rastros de olor y dejando sus feromonas salir, preparó un festín para la llegada del mayor, Shizuo había estado de cacería, un venado podría alimentarlos a ambos, para su sorpresa el plato principal estaba servido, frente a la cueva Izaya frotaba su cuerpo contra el suelo, dejaba salir sonidos extraños que excitaban al macho que lo miraba atento, sin rivales cerca, Shizuo camino directo a su futura pareja, arrastrando el cadáver del animal que seguramente comerían después.  

Izaya sintió el aroma de su invitado y se largó a correr al interior de su hogar, imitándolo Shizuo hizo lo mismo, dejó el cuerpo cerca del nido donde aquel minino travieso lo esperaba ansioso. Sigilosamente Shizuo se subió sobre la espalda de Izaya, frotando su hombría con la entrada de Izaya, algunos gruñidos y zarpazos dieron comienzo a su primer apareamiento. Lo hicieron en su forma felina un par de veces, después siendo humanos y finalmente Shizuo anudo dentro del pequeño cuerpo de Izaya, eso  garantizaba que su pareja estuviese preñado. 

Durante los siguientes meses, Izaya porto una enorme barriga, seguramente serian dos o tres bebes, Shizuo cazaba diariamente, su territorio estaba lleno de riquezas así que su dieta era balanceada y podía alimentar a Izaya. 

Ese mismo día, Izaya dio a luz tres pequeños cachorros, mezclados negro y rubio tres varones en su manada, parecían pequeñas bolitas de pelo que chillaban por atención de su madre, Shizuo era el más feliz, recostado detrás el cuerpo de Izaya se deleitó al verlo limpiar y amamantar a sus pequeños, seguramente no serían los únicos que tendrían, formarían una gran manada juntos. 


Cortos Shizuo x Izaya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora