Sigues impregnada en mi piel

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ALLEN 

La necesidad por una persona comienza cuando te das cuenta que estar lejos te mata lentamente. 

Eso era lo que me repetía últimamente. 

Mis errores uno tras otro intentando por mi testarudez ser enmendados, creyendo que al alejarme de ella  arrancaría todo el daño que yo había ocasionado a ambos. 

La buscaba con ansiedad por los pasillos con la esperanza de verla sonreír, de que esa mirada llena de anhelos estuviera presente una vez más. Sin embargo, ninguna de esas veces la vi ser feliz. 

Se estaba destruyendo y eso no podía soportarlo. Me dolía la forma en que su comportamientos se reflejaba, y me odiaba por ello. Porque yo era el principal causante de todas sus lágrimas. 

Fue inevitable para mí asustarme al verla casi colisionar en el pasillo del edificio, ajena a la realidad, como si viviera sumida en un sueño profundo. 

No podía ignorar eso, tenía que hacer algo al respecto. Si al querer cuidarla del mal que yo representaba había terminado lastimandola más, ahora tenía que hacer algo para enmendar mis errores. Cada fallo que había cometido, porque lo que realmente me importaba en la vida era ella, más que mi propio bienestar. 

Y lo confirmé una vez mis labios se adueñaron de los suyos, a pesar de todo ella no se apartó y con ansiedad se rindió ante aquello de lo que nos habíamos privado durante tanto tiempo. 

A pesar del tiempo. 

De la pérdida de práctica. 

Aún era como la última vez, su sabor seguía siendo el mismo y su inexperiencia, aunque ya no estaba tan presente me llevaba al momento que más extrañaba. El temblor de su cuerpo me decía que estaba nerviosa por el momento, y yo no podía negarlo, también me encontraba nervioso, aunque era más la desesperación de expresar todo lo que había estado manteniendo en silencio, darme cuenta de que ella era todo lo que buscaba. 

No tenía que preguntarlo, solo dejar que la desesperación por estar juntos nos invadiera, de la sensación de la suavidad de sus labios en los míos, la calidez de su cuerpo. 

Era ella

Era Edén. 

La chica que me había enseñado a ver más allá de los colores del arcoíris, que había cambiado por completo mis ideales trayendome a un mundo que podía ser perfecto si ella era quien estaba a mi lado. 

No podía alejarme de ella, no ahora que todas esas sensación habían regresado. Me sentía inferior, como un náufrago que acaba de beber por primera vez el agua dulce después de haber tenido bastante tiempo sintiendo como su garganta permanece vacía, teniendo como único aliado los recuerdos. 

—Es tarde —susurró despegándose un instante de mis labios, pero fue inevitable que volviera a besarla sin atender a su preocupación. 

Mi mano seguía enganchada a su cuello ejerciendo presión sin llegar al grado de lastimarla, su intención de alejarse tampoco se veía reflejada en sus acciones pero yo no pensaba en los conflictos internos que ella estuviera experimentando, mis palabras habían sido crueles. Mi esfuerzo por mantenerla alejada de mí se reflejaba cada vez que cruzábamos miradas. 

Sus manos presionaron mi pecho y con esfuerzo me empujó levemente sin soltarme. A pesar de la baja temperatura en el exterior mi cuerpo estaba palpitando, emitiendo un calor que quería sofocar solo con ella. 

—¿Estás jugando conmigo? —cuestionó con la mirada dolida. 

Me quedé en silencio porque sabía que si hablaba me faltarían el aire, todavía mi cabeza no ordenaba bien las palabras que quería transmitirle sin parecer un completo idiota. 

Promesas Silenciosas |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora