La vida que nos habían arrebatado.

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ALLEN 

El sonido de un par de rejas siendo selladas detrás de mí, del frío metal asegurado, llevándome a recuerdos amargos. De un encierro.

—Ten cuidado al caminar —dijo el hombre frente a mí portando ese uniforme al cual yo no le tenía respeto ya que los hombres que habían sido pagados para golpearme portaban la misma placa de autoridad.

Nuestros pasos producían eco, guiándonos entre los rostros violentos que gritaban maldiciones y amenazas, era un lugar duro. Yo había estado en el y pensaba que jamás regresaría, que ni aunque me pagaran volvería a transitar por esos pasillos mohosos, nefastos.

Era la parte superficial de la prisión, en donde los recién llegados eran encerrados para ser interrogados. A pesar de eso la luz era escasa, el color de las paredes oscuras y el aroma a humedad y suciedad atrapaba por completo mi sentido del olfato.

Salimos del lugar internándonos en unas pequeñas habitaciones aisladas. El oficial me dio el pase para que entrara  dentro de un cuarto que tenía una pared dándome la vista completa del interior, en donde varios más se encontraban observando en silencio. Rider yacía sentado en una silla con las muñecas inmovilizadas por un par de esposas  y un hombre sin uniforme se le plantaba enfrente mientras que otro veía con detenimiento la situación recargado desde la puerta, aguardando cualquier inconveniente para intervenir.

—¿Desde cuando estás metido en el negocio? —cuestionó el hombre frente a él con la voz bastante dura.

Una risa tétrica salió de los labios de quien una vez creí mi amigo logrando que un escalofrío me recorriera la espina dorsal al hacerme recordar aquel momento de desesperación en su habitación.

—Ni siquiera lo recuerdo —contestó con soltura.

—¿Estas consciente que te esperan muchos años tras las rejas si no nos ayudas a dar con la red principal de quien maneja el negocio? —amenazó el oficial encarnando una ceja.

Pero los minutos de silencio no le robaban su expresión burlona, su sonrisa llena de sorna como si de verdad no le importara lo que le deparara el destino.

—Te he hecho una pregunta —insistió bastante alterado el hombre que representaba a la justicia en ese lugar.

—¿A caso crees que eso me importa? —escupió —. Todo aquí es una maldita farsa. Es tan sencillo pagar a los tuyos para que hagan lo que queramos. Ustedes mismos están envueltos en el negocio, son quienes cobran regalías por cada gramo que se vende. No me vengan con hipocresías fingiendo que la autoridad es recta cuando no son más que una institución corrupta.

El rostro del oficial se endureció al instante y en un impulso tomó por el cuello de la camiseta a Rider quien seguía sin borrar su sonrisa socarrona.

Mi expresión era neutra, era tan cierto lo que decía. Yo mismo lo había experimentado, había vivido en carne propia lo que Rider relataba.

—¡No sabes lo que dices! —Se adelantó a responder aquel hombre ya bastante exasperado.

—Basta —intervino aquel que se había mantenido de pie junto a la puerta ahora  tomando los antebrazos de su compañero.

—No va a cooperar —escuché detrás de mí a otros espectadores que no se habían impacientando.

—Le esperan muchos años de prisión.

Poco a poco comenzaron a abandonar la habitación dejándome con el custodio que me había guiado hasta ahí. La puerta se había quedado abierta pero yo no dejaba de clavar mis ojos en la mirada bicolor de Rider quien ahora observaba en mi dirección como si supiera que me encontraba ahí.

Promesas Silenciosas |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora