He esperado en silencio

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EDÉN 

Se había marchado. Tras decir palabras dulces y promesas que para mí no tenían ningún significado. 

Me senté en la orilla de la cama, abrazando mis rodilla muy cerca de mi pecho, sintiendo piel con piel, con la cabeza trastornada. Rememorando los momentos en que él había fingido tener un interés en mí más allá de lo corporal. Sus ojos oscuros me veían de una forma alejada de la realidad, como si realmente me amara. 

Mentiroso. 

No volvería a caer, a comerme su palabras. 

A creer en sus promesas. 

Tomé mi cabello entre mis manos presionando con fuerza como si fuera a intentar arrancarlo, un grito fue sofocado en mi garganta. El acto fue voluntario, en ningún momento me negué a ello pero mientras todo sucedía sus palabras se repetían en mi cabeza. 

Eres defectuosa. 

Jamás estaría contigo. 

Yo no regresé por ti.

Necesitaba algo, algo que aliviará el caos en el que me encontraba en ese momento. Porque no podía simplemente olvidar todo lo que había sucedido, todos los años de mentiras, de dolor y preocupación. 

No podía. 

Tomé una pijama suelta que tenía en en uno de los cajones del pequeño mueble y cubrí mi desnudez. Porque me repugnaba a mi misma, me sentía manchada. No me sentía amada. 

Con desesperación busqué en el cajón en donde mantenía aquel paquete que Leroy  me había proporcionado. 

Los papeles que estaban ocultándolo salieron volando. Me sentía como alguien hambriento que tiene meses sin ingerir comida, como si aquella cosa tan insignificante fuera a saciarme. 

Cualquier momento es el adecuado. 

Mis manos temblaban, mis mejillas estaban humedecidas; la ansiedad dentro de mí necesitaba ser liberada. Tomé el paquete en mis manos, poniéndome de pie al instante. 

Era tan pequeño. 

Tan simple. 

De un color absurda mente aburrido. 

Lo observé unos segundos y me deslicé en el piso, manteniendo mi cuerpo recargado en la orilla de la cama. Sin pensar en las consecuencias lo abrí con cuidado, recordando las indicaciones de Leroy. 

Lo tienes que inhalar. 

Vacíe una cantidad mínima sobre la palma de mi mano, y sin pensarlo —porque no quería pensar en las posibilidades, solo quería olvidar —bajé mi rostro hundiendolo entre  los pliegues de mi carpo e inhalé profundo. 

Un picor se extendió por mi conducto nasal logrando que mi mano se moviera bajo de mi nariz restregando para evitar la picazón. En un instante todo golpeo a mi cabeza. Dejé caer el peso de mi cabeza en el colchón, observando el techo de mi habitación. Un éxtasis que jamás había experimentado cruzó por mis fibras nerviosas y una sonrisa estúpida se plasmó en mis labios. 

Jamás había experimentado algo como lo que estaba viviendo en ese momento, el paquete quedó tendido en el suelo, bajo mi mano mientras yo reía de lo patética de mi situación. 

Estaba muerta por dentro, estaba tan hundida que por más que luchara no podría salir. 

No me podía salvar a mí misma. 

Promesas Silenciosas |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora