A veces no basta con ser uno mismo, hay que ser alguien mejor.
Ese es el lema que he perseguido toda mi vida, desde que comprendí que yo no era lo bastante buena para Henry. Que, hiciera lo que hiciera, siempre me vería como su hermanita pequeña. Por eso decidí dejar de usar aquellas horribles gafas para usar lentillas. Por eso empecé a fumar aunque odio el sabor y el olor del tabaco. Por eso empecé a maquillarme, a usar ropa más atrevida, a cambiar mi forma de ser por completo.
La Nicole con la que jugaba a videojuegos, leía cómics y pasaba las horas muertas era su amiga de la infancia. Pero yo quería ser mucho más que eso y por esa razón tenía que cambiar, evolucionar como un gusano para ser una mariposa.
Con los años había adquirido tantas capas, forzado tantos cambios, que ya no estaba segura de quién había debajo de todo eso. Pero no era algo que me importase. Era el precio a pagar por estar con la persona que amaba y eso me parecía bien. Todos hacemos sacrificios por lo que queremos, no era para tanto.
En realidad, sí sabía quién era. Era alguien que haría lo que fuera por Henry. Cualquier cosa. Él era todo lo que me quedaba y, quizás para mantenerme a flote en mi frágil cordura después de lo de mi madre, ayudarle se había convertido en un objetivo en mi vida que rayaba la obsesión.
No me sentía orgullosa de cómo había conseguido la información sobre el caso contra Henry y de todos los implicados. Ni tampoco de lo que haría con ella. Pero no era nada que no pudiera soportar por él. Me bastaba con que, cuando todo aquello pasara, él tan solo supiera que haría lo que fuera por él... pero que nunca llegara a saber que ya lo había hecho.
Mi plan no era gran cosa, pero era todo lo que podía hacer con mis medios. Me había llevado un jueves por la noche hasta aquella calle, con aquel vestido blanco de niña buena, mis salvajes rizos planchados concienzudamente hasta dejar aquel amasijo naranja lacio y domesticado; y una buena capa de maquillaje para ocultar las pecas que salpicaban mi pálida piel avergonzándome y así realzar mis rasgos. No era una chica muy guapa, era simplemente... del montón. Tal vez del montón bueno. Pero años de práctica me habían enseñado a hacer milagros con el maquillaje. Al menos tenía unos ojos claros que, sin ser demasiado bonitos, sumaban puntos al conjunto.
En fin, que allí estaba yo, repasando mentalmente la información que tenía y los pasos a seguir. Los cargos contra Henry eran muy, muy graves y por supuesto yo no me creía ninguno. Agresión sexual, intimidación grave, premeditación, lesiones agravadas por uso indebido de arcanos, coacción... ¡Y yo qué sé qué más! Era un completo disparate. ¡Henry jamás haría algo así! ¿Agresión sexual? ¡Por Dios, Henry no era un asqueroso violador!
Aquellas acusaciones no tenían ningún sentido y no podía entender cómo le podían estar reteniendo en la cárcel sin pruebas. Porque era obvio que no podía haber pruebas de un delito que no había ocurrido. Así que en todo caso alguien se la estaba jugando y no sabía si era la supuesta víctima la que mentía o si alguien le estaba colgando el muerto a él, pero yo no iba a quedarme de brazos cruzados esperando a que todo se resolviera solo.
Obviamente aquella información no era pública, como tampoco lo era quién llevaría la acusación: el fiscal Dawlish. Hasta el nombre sonaba a viejo cabrón. Me habían dicho que era un hombre mayor y muy estirado, implacable dentro y fuera del juzgado. Seguramente no tendría problemas en denunciarme si me acercaba a él jugando mal mis cartas por, claramente, haber sido parte de un delito consiguiendo aquella información. ¿Pero acaso tenía otra opción?
A diferencia de Henry, yo sí había hecho algo ilegal, pero lo hacía por una buena razón: enmendar una injusticia. Se suponía que las leyes estaban para protegernos, para ser justas. Así que era pertinente saltárselas cuando no cumplían su cometido. El bien por encima de la ley. Así sonaba más heróico y menos miserable lo que había tenido que hacer... y lo que haría ahora.
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Palabra de Bruja Farsante
Romance«Cuando se está enamorado, comienza uno por engañarse a sí mismo y acaba por engañar a los demás» Oscar Wilde. ~ Palabra de Bruja #2 ~ Nicole odia a los magos. A todos, excepto a uno. Henry Clearwater. Su Henry. El único mago bueno, su vecino, su...