Capítulo 23: El cine (II)

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—Pasa de mí, Dave. Esto se acabó.

—¿Quién te crees que eres? No vas a utilizarme a tu antojo y luego largarte. Este acuerdo se rompe cuando lo decido yo.

—Tú lo flipas. ¿Te parece buena idea amenazar a la novia de un fiscal?

—Él no va a enterarse. De eso va todo esto, ¿no? De que no tenga ni idea de cómo conseguiste la información sobre él, de que le estás utilizando por Clearwater.

—Él... Él me creerá a mí. Es tu palabra contra la mía.

—Sí. Pero no vas a jugártela.

—¿Y por qué crees eso?

—Porque has venido a callarme la boca. Porque aún sigues aquí. Porque te has acojonado al verme yendo de paseo con él, temiendo que te estropeara el plan. Y porque en el fondo eres una zorra sin corazón y te da igual divertirte y largarte mañana a seguir fingiendo que eres su novia. Si puedes acostarte con él por Clearwater, también conmigo. Como en los viejos tiempos.

Esa era la película que en mi cabeza había visto, con distintas variantes pero misma esencia, una y otra vez en el cine en lugar de la que proyectaba la pantalla. Había jugado con el lobo y ahora me iba a comer. Y en este cuento no habría cazador que me salvara.

Lo recuerdo tan vívido... Es curioso, porque no pasó de verdad. Pero así es la mente humana. Podemos recordar más fácilmente lo que ocurre dentro de las propias paredes de nuestra memoria que lo que de verdad aconteció. Porque la intensidad del recuerdo importa más que su veracidad; y el miedo que yo tenía de Dave era muy real.

He salido con muchos tíos. Muchísimos. Rollos de una noche, de una semana, de llamar de vez en cuando hasta que se echaban novia, e incluso de los que te llaman a espaldas de ella. No me parecía que ser una mojigata y esperar a Henry hasta el matrimonio fuera la clave para seducirle. Eso lo deduje cuando vi cómo miraba a otras chicas que tenían un aspecto femme fatale. Tenía que ser como ellas para llamar su atención, así que decidí portarme como tal y fingir que seguía mi vida como si él no fuera más que un amigo para mí.

Y Dave había sido uno de esos tíos. No solo uno atractivo, sino además útil. Era el que me había conseguido información sobre el caso de Henry, el que me dijo donde encontrar a Dawlish... Y ahora, mi mayor miedo era que fuera de esos tíos que no aceptan un «no» por respuesta.

Todo mi mundo se vendría abajo si ataba cabos y entendía que yo tenía algo con Matt gracias a su información. Porque, aunque no sabía de mi relación con Henry, sí sabía que estaba de su parte y por eso le había pedido la información del caso. Si descubría que me había colado en la oficina del fiscal que llevaba el caso... No quería ni pensar en todo el daño que podría hacerme si tiraba del hilo. No solo perdería a Matt del todo; también el trabajo, y a Joss y Sophie. Y mi oportunidad de ayudar a Henry.

Tenía que silenciar a Dave. A cualquier precio.

Ni siquiera recuerdo qué película vimos. Es más, no sabría decirte siquiera el género. Pasé las dos horas siguientes al encuentro con Dave mirando a Matt por el rabillo del ojo y lanzando miradas furtivas a mi móvil, esperando de un momento a otro una amenaza menos disimulada por parte de Dave. Imaginando mi propia película lúgubre sobre amenazas y chantajes como ya te he contado.

Cuando no lo soporté más, yo misma le escribí un mensaje para vernos más tarde. Sabía muy bien que aquello no era una cita, así que no habría ningún plan después del cine y no podía simplemente quedarme esperando la jugada de Dave. No, ese no era mi estilo. Prefería abordar el problema de frente lo antes posible. Quizás así incluso podría arreglarlo con él. Sería más fácil convencerle de que no había nada entre Matt y yo si quedaba con él el día de San Valentín tras el cine. La versión del amigo cobraría fuerza y podría improvisar algo que me salvara.

Palabra de Bruja FarsanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora