—Has bebido.
Su tono fue hostil, acusatorio. Tenía tantas cosas en la cabeza que, por un momento, había olvidado esa parte; y me hizo derrumbar los hombros, agotada aunque la conversación aún no había empezado. En mi cabeza ya llevaba horas machacándome.
—Lo siento... —murmuré al suelo.
No debería estar aquí... Joder, debería estar en cualquier parte menos aquí.
¿Por qué había ido en primer lugar? Estaba tan borracha que apenas tenía claro cómo había llegado a la casa de Matt. Todo estaba borroso desde que había visto el vídeo de mi madre. El suelo se estaba desvaneciendo bajo mis pies y había acudido al único lugar donde ahora podía sentirme segura. El último lugar en el que debería estar en ese momento.
Consideré la opción de echar a correr y largarme. Lo consideré muy seriamente unos segundos pese a lo absurdo que era porque ya estaba allí, frente a él. Pero quizás si me iba, sería capaz de guardar silencio.
Estaba tan sobrepasada por todo que no me creía capaz de fingir que mi mundo no se había fracturado, que estaba a un simple toque de que todo se derrumbara sobre mí y me destruyera. Una sangrienta lluvia de cristales era la metáfora perfecta de cómo iba a acabar mi corazón.
A pesar de todo, se hizo a un lado y me dejó entrar; que ya es más de lo que esperaba. Pero seguramente Matt no tenía corazón para mandarme sola a mi casa en ese estado pese a sus reglas. En otras circunstancias, seguro que habría derivado en una larga y paternalista charla antes de castigarme, pero no esta vez.
Ahora no había un mañana.
—¿Por qué te sientes culpable, Nicole? ¿Qué has hecho?
Su tono fue demandante y, aún peor, lleno de rabia helada. El pánico sobrepasó mis ya mermadas defensas, llevándome a un estallido de mal genio.
—¡No mires! —exigí—. ¡No tienes derecho a entrar en mi cabeza cuando a ti te venga bien!
Era injusto que usara su poder en mí. Era injusto que me negara una última noche en paz antes de perderle. Pero ni la había tenido con Joss y Sophie ni al parecer podría tenerla con él.
—No funciona así. Yo no elijo cuando mirar, siempre veo así. Pero ni siquiera me hace falta, tienes la culpa pintada en la cara. ¿Qué has hecho? —exigió de nuevo.
¿Culpa? No, qué va. Esa palabra era demasiado pequeña. Era imposible que en cinco letras pudiera caber tanta desesperación, tanta angustia, tanta pena y arrepentimiento. Todo eso rebozado en una gruesa capa de odio hacia mí misma por haber permitido que la situación llegara a ese punto.
Tenía tantas preguntas que no sabía ni por dónde empezar a cuestionármelo todo. ¿Qué se suponía que debía hacer con ese dichoso vídeo? ¿Lo sabría Henry? ¿Era cierto acaso o era solo una alucinación fruto de la fuerte medicación que tomaba en esos últimos días para paliar el dolor?
Me iba a estallar la cabeza. La angustia se estaba concentrando en mi estómago, creando una pesada piedra que iba a hundirme hasta lo más profundo del infierno. Eso o iba a vomitarme encima de un momento a otro por culpa del alcohol.
—Nicole, dime la verdad: ¿qué hacías en la mansión Clearwater?
Una expresión horrorizada explotó en mi cara antes de que pudiera siquiera plantearme engañarle, revelando a la fuerza lo que sin duda ya sabía: estaba jugando para el bando contrario.
—Te han grabado entrando. Ha salido en el telediario.
¡No! ¡Malditos periodistas metomentodo! A falta de algo mejor, se debían de haber limitado a retransmitir como algunos de los empleados entraban y salían sin dar declaraciones. Y eso me incluía a mí cuando había vuelto a casa, antes de encontrar el aviso en mi puerta.
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Palabra de Bruja Farsante
Romance«Cuando se está enamorado, comienza uno por engañarse a sí mismo y acaba por engañar a los demás» Oscar Wilde. ~ Palabra de Bruja #2 ~ Nicole odia a los magos. A todos, excepto a uno. Henry Clearwater. Su Henry. El único mago bueno, su vecino, su...