Usar ropa formal.
Athena, necesitaba a dos de sus caballero más atractivos para una de sus galas benéficas y Shura y Aioros, al ser los únicos que faltaban, fueron los que fueron elegidos para ir a esa gala. Aioros y Shura aceptaron.
Pasados los días, un día antes de la gala, los trajes llegaron y Shura duró todo un día buscando a su novio, para ver como le quedaba el traje y alistar todo lo importante para el viaje a Japón; el español por ningún lado veía al griego, le pregunto a todos y nadie parecía dar con su paradero, incluso se empezó a preocuparse cuando no sentía el cosmos del griego. Se temía lo peor.
Desanimado, molesto y preocupado iba a volver a su hogar, cuando en una de las montañas, en una especie de meseta, cerca del templo de Sagitario lo vio con la parte de su pecho destapada, la otra con armadura, con su arco y cinta cada una en una de sus manos, mirando lo que parecía ser el cielo, al español le le hacia extraño esa situación y fue hasta donde estaba su novio con ayuda de sus cosmos, para saber que pasaba.
Cuando vio más de cerca a su novio, casi se le cae la baba, ese hombre era todo un dios griego, la nacionalidad le quedaba como anillo al dedo, músculos bien formados, un pecho grande y redondo, unos abdominales bien formados, una espalda, clavícula, cuello y brazos gruesos y llenos de músculos, definidamente ese hombre era la perdición de Shura.
El griego notó la presencia de Shura y le sonrió, dejo su arco al lado por un momento y tomo su cinta para después proseguir a ponérsela y volver a tomar entre sus manos su arco, le sonrió a Shura, quien estaba sonrojado, por ver ese dios griego enfrente, con esos rasgos masculinos que estaba empezando a tener en su rostro, ya que estaba creciendo.
-Shura, que sucede... Yo estaba pensando...
-Te estaba buscando, que pensabas Aioros...
-Iré a Japón, no se como hablar japonés, no recuerdo como lo hablaba antes, Seiya y los demás me tendrán respeto o simplemente seré uno más, al ser Seiya mi sucesor. Tantas cosas que no había pensando hasta hoy.
-Pues te comento que Shiryu y los otros te admiran mucho, en especial el Pegaso, por el japonés no te preocupes, yo te ayudo y tú Aioros de Sagitario eres y serás una leyenda siempre, no olvides eso nunca.
-Shura, definitivamente tu sabes como hacerme sentir mejor, me complementas siempre. Pero por que me buscabas.
-Por que mañana viajamos a Japón y ya llegaron nuestros trajes, es hora de empacar querido.
Aioros de un salto bajo de la meseta donde estaba sentando, a Shura le costo un poco más bajar sus piernas eran fuertes como las de una cabra, pero las alturas lo ponían un poco nervioso, aun así bajo de un salto también.
Ambos en sus respectivas casas, empacaron su cosas y después Shura bajo a Sagitario para poder dormir juntos y poder ir mañana a eso.
Cuando el momento de tomar el vuelo llegó, ambos pasaron ese vuelo de Grecia a Japón practicando japonés y la otra gran parte durmiendo; cuando fueron avisados que estaban por aterrizar ambos fueron a ponerse los dichosos trajes y ambos les quedaban perfectos, los músculos de sus bien formados cuerpos resaltaban por sobre todo en el traje, el negro era el color de esos dos, sus músculos fueron los protagonistas de ese traje formal.
Ya en la gala de su diosa, ambos fueron la sensación, tanto hombres como mujeres querían tocar esos músculos de ambos, el traje formal en ellos se veía espectacular y eso lo notaron todos los que estuvieron en es gala.
Gracias a esos dos la gala fue un éxito y Athena como agradecimiento les permitió una noche ellos solos en un hotel cinco estrellas, tenían jacuzzi incluido.
Y amaban como se veía el otro en traje formal, pero era mejor cuando estaban al natural y los dos disfrutaron de ese jacuzzi como nadie, tocando y besando cosas que no habían experimentando desde la vez que Aioros tuvo curiosidad y preocupación por su supuesto amiguito muerto.
Esa noche, nada sucedió, solo un par de roces, besos y caricias que no fueron más allá, pero fuera de eso nada más sucedió y ambos disfrutaron ver al otro en traje formal y sin el, porque se amaban y se daban la confianza que el otro necesitaba, se complementaban como ningún otro.