O8 | irritantes.

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—¡YoungJae, ya tenemos que irnos!

El pelinegro se miró hacia todas las direcciones posibles, pero solo acabó por suspirar el mismo aire que lo golpeó en el rostro al unirse con la brisa. Parecía estar a punto de llover ya que el sol había desaparecido por completo entre la capa gruesa nubes. A YoungJae no le gustaba la lluvia, tampoco los días demasiado soleados como los que estaban teniendo últimamente. Él era alérgico al polen y especialmente en primavera debía utilizar una mascara que terminaba pegada a sus mejillas por culpa de su sudor, justo como ahora quería retirársela pero con las flores en sus manos no podía permitirse exponerse a ellas sino quería pasar dos días enteros con mocos.

—¡YoungJae! —insistió la mujer, el chico caminó de regreso al auto y se fijó que aún no dejaba las flores— Debe estar ya en la escuela, es muy tarde.

—Él no haría eso. —nunca en su opinión, siempre estaba ahí antes de su llegada— No con esto.

—Quizás se quedó dormido, cariño —YoungJae siguió negando porque no lo consideraba una excusa válida—. Vamos, cada mañana tengo que recordarte de como te llamas.

El pelinegro hizo una mueca.

— Cinco minutos más. —su madre soltó un largo suspiro y le echó una fugaz mirada al reloj. YoungJae creyó que aceptaría su petición, pero la expresión que le lanzó después con las cejas fruncidas le hizo saber que no tendría más opción— De acuerdo, las dejaré y regreso.

—Podríamos hacer un trato si dejaras de negarte a dárselo. —ríe con suavidad cuando YoungJae comienza a excusarse de que él si quiere hacerlo, pero no ha tenido el tiempo— Lo que digas, tú solo pierdes la oportunidad.

YoungJae apretó fuertemente el mango de las flores, dándose la vuelta.

—Volveré.

Su madre nunca se equivocaba, YoungJae tarde o temprano tendría que hacerlo, pero se mantenía retrasandolo tanto como podía. Se había prometido a si mismo no dejar pasar tanto tiempo y entre todas los juramentos que pudo romper, escogió el más sencillo de cumplir. YoungJae no se sentía listo para dar ese paso, o todo lo que ha sucedido le ha llenado de tanto miedo.

Y continua pensando que es tonto cuando se detiene frente a aquella lápida, porque es en esa época del año donde más vergüenza siente no hacer las cosas bien. Deja un ramo de lirios blancos, sacando algunos para intentar adornar un poco el espacio y no luzca tan vacío. Es triste cuando no hay nada que las haga lucir bonitas, piensa que todas deberían verse esplendidas como había sido la persona cuando estaba en vida. No abandonadas y sucias.

Permanece agachado frente a la lápida, mirando el nombre, las fechas, las inscripciones y los detalles en ella. Era solo un reconocimiento de que moriste siendo amado, pero nada más. Nada que realmente haga valer el hecho de que tu cuerpo descansa ahí después de una larga lucha con la vida.

―al final se quedan juntos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora