▪︎Chloe James ▪︎
Me miré al espejo por última vez, aunque no me había convencido demasiado el vestido que llevaba, mi madre lo había escogido para mi y decidí dejarmelo puesto. Me coloqué unos accesorios más, como caravanas y unas pulseras y bajé las escaleras de dos en dos viendo a una nerviosa Estella, estaba poniéndose unos aros, se miraba en el largo espejo de la entrada. Por más de que hicieran esto siempre en cada cena se ponía así de nerviosa, siempre quería estar bien presentable.
— Estas hermosa hija — Sus ojos se encontraron con los míos a través del reflejo.
— Tú también, hacía mucho no te maquillabas — La abracé por detrás y besé su mejilla.
Últimamente la estaba extrañando mucho, aunque siempre fue algo ausente por temas de su trabajo, pero inexplicablemente sentía que necesitaba a mi mamá cerca. Aveces pienso que se carga de trabajo para mantener la cabeza ocupada y no pensar tanto en la muerte de papá. No quería pensar en eso ahora, tenía una cena importante para mi mamá, nunca pienso en él porque me pongo mal.
Mejor recuerdo en el momento que hicieron la primera cena, no vinieron ninguno de sus hijos solo el señor Adolf y la señora Ester, se excusaron diciendo que se habían contagiado un virus. Pero en la segunda cena si vinieron y como se imaginan su hijo del medio me ignoró, ni siquiera un "hola" se dignó a decir, solo se dirigió a mi con un asentimiento de cabeza, de seguro pensaba que todo esto de la cena era una estupidez, y concuerdo con él. Se había vuelto como una tradición.
El timbre sonó, sacándome de mis pensamientos y me dirigí a la puerta, antes de abrir y con la mano en el picaporte, tomé una bocanada de aire. Me planteé la idea de que Eros podría estar detrás de la puerta, con su familia, con su típico traje elegante que tan bien le quedaba y aveces con un moretón en el ojo. Me calme un poco, traté de ser positiva y abrí, pero me llevé una desilusión cuando no lo vi, pero aún así no saqué la sonrisa de mi rostro, no pretendía ser tan obvia y mucho menos descortés.
— Hola querida — Ester me dio un amigable abrazo —, estas preciosa.
— Gracias, usted también — Contesté.
— ¿Estella está en la cocina?
— Asi es, mamá esta en la cocina, pasa.
Les abrí el paso y entraron. Me creerían exagerada si dijera que me cegaron con su belleza, ¿cómo no ser los más populares y envidiados de todo el vecindario? Si eran unos dioses griegos y por más de que me gustara Eros, su hermano era demasiado hermoso y atractivo.
— Buenas noches, señorita — Su padre me dio un beso en la mejilla y sonreí.
— Buenas noches — Dije amigable.
Aunque el señor Anderson fuera un hombre serio, jamás le faltaba la educación y respeto, mucho menos a una mujer, algo que lo caracterizaba mucho eran las palabras que utilizaba siempre, parecía que seguía en el siglo pasado. Mamá siempre habló maravillas de él, tanto como jefe como persona y se veía bastante agradable o al menos eso demostraba.
— Buenas noches, Chloe — Y Apolo, con su frívolo tono tomó mi mano y beso mis nudillos.
Él, al igual que Adolf, llevaba un traje negro con corbata azul, se había teñido el cabello como ya era costumbre, esta vez de rubio y lavanda. Lo tenía alborotado y se veía demasiado bien, ni que hablar de su costosa colonia que se impregnó en toda la sala.
— Buenas noches, Apolo — Sonreí de boca cerrada.
Se dirigió a paso lento hasta la cocina junto con sus padres y yo cerré la puerta quedándome a solas con Atenea en la entrada. Se veía demasiado estupenda y me atrevo a decir que atractiva. Llevaba un vestido rojo apretado a su cuerpo, con escote en V y su espalda abierta. El vestido le llega hasta la mitad de sus muslos y en su mano derecha sostenía su bolso gris con brillos, su hermoso cabello combinaba con este y estaba ondulado.
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Amae
RomanceLos Anderson son todo lo que aspiramos al pensar en querer formar una familia; buena posición económica, hijos ejemplares y mucho dinero. Pero detrás de ese dinero, detrás de su gran perfección ¿qué son tan capaces de esconder? ¿Cuantos secretos de...