▪︎Chloe James ▪︎El segundo día va tan fantástico como el primero, Eros ha estado muy cariñoso y atento conmigo, le expliqué que a eso me refería aquella tarde en su casa, cuando fue nuestra primera vez juntos. Que esas pequeñas acciones son las que verdaderamente demuestran.
Hoy después de levantarnos y tomar un delicioso desayuno, Eros me había mostrado una biblioteca muy hermosa de por aquí y habíamos ido a otro restaurante más alejado a almorzar donde probé por primera vez langosta. No me gustó y terminé vomitando en el baño.
La idea del bebé había cruzado mi mente por un segundo, segundo que me miré en el espejo y palidecí por completo. No podía estar embarazada, Eros me había dejado traumada y simplemente me dio asco la comida, nada más. Miles de preguntas rondaron mi mente perturbandome por completo, ¿tendría que dejar de estudiar y criar a un bebé? ¿Qué haría yo con un bebé? Toco mi panza y al rato me rio por mis ocurrencias. Salgo del baño y le sonrío a Eros, quién me esperaba afuera del baño para irnos.
— ¿Segura de que quieres seguir? Podemos ir al hotel si quieres — Me pregunta en cuanto salimos del restaurante.
— No, no. Estoy bien, lo juro — Le sonrío — Solo me dio asco.
— Cualquier malestar que sientas me dices y nos vamos — Se acerca a mi boca pero frena antes de tocar mis labios y posa un beso en mi mejilla.
— Ahora que estoy apestosa no me quieres — Toco mi pecho —, cuando yo hasta te abracé en el hospital.
— ¿Me estas diciendo apestoso? — Alza una ceja.
— Vaya que olías mal cuando despertaste — Me burlo.
— Eres mala — Murmura.
— Lo sé.
Seguimos nuestro camino y tomamos un taxi para ir a uno de los tantos lugares misteriosos, aún no me dijo a donde me llevaba pero por la ropa que me hizo meter al bolso iremos a la playa, Eros no es muy inteligente cuando se lo propone. Lo miro mientras observa por la ventana, ¿qué hice para merecer a este hombre? Jesús. Estaba dándome el viaje de mi vida, una experiencia que jamás olvidaría y menos cuando había sido con él. Los momentos que me hizo pasar en la cama, en ese lujoso baño y fuera de esa habitación los recordaría para siempre.
El taxi frena y después de pagarle nos bajamos. Definitivamente Eros no es muy inteligente, me reí mentalmente y comenzamos a caminar hacia la playa. Antes de bajar en unas rocas freno unos pasos delante de él y extiendo mi mano.
— De la mano la vida es mejor. ¿No lo crees? — Y entrelaza nuestros dedos.
— Definitivamente.
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El viento soplaba despacio despeinando mi pelo y llevándolo hacia atrás. Mi mano derecha estaba entrelazada con su mano izquierda y caminábamos por la orilla observando el mar, estaba todo tan tranquilo que plantearme la idea de vivir en este lugar no se hacía tan descabellada por momentos. Después de la tormenta viene la calma, eso dicen, así que quería con todas mis fuerzas esa calma de una vez por todas.
— Me gustaría vivir acá.
— A mi también, es hermoso ¿no? — Asiento con la cabeza — Imagínate a un pequeño Eros y una pequeña Chloe corriendo por ahí — Señala delante de nosotros.
— Basta de hablar de bebés — Lo empujo juguetona — Atraerás el embarazo de tanto desearlo.
— No seas tonta, no pasará — Me abraza.
— Si nos cuidamos no pasará — Remarco.
— ¿No te imaginas esa escena? — Pregunta serio.
— Sí, pero no ahora ni en dos años — Me siento en una roca cercana — Me lo imagino en ¿diez?, tal vez.
Eros se sienta entre mis piernas y apoya su cabeza en mi pecho. Yo acaricio su pelo como es costumbre y miro el mar, esta muy tranquilo.
— Está bien — Desiste por un momento — No lo olvidaré y en diez años te recordaré que habíamos hecho un trato.
Reí e hice que me mirara levantando su cabeza, puse sus lentes de sol en la punta de su nariz para mirarlo a los ojos.
— Yo solo quiero casarme en cuanto terminemos la Universidad.
Fue una de nuestras tantas charlas entre paseos y paseos. Habíamos decidido terminar con nuestros estudios y después casarnos cuando tengamos unos veinticinco años de edad. Para mi eso estaba bien, para Eros más o menos, él siempre quería todo ya, pero yo no. Teníamos que organizar nuestra vida primero, salir más, vivir con entusiasmo nuestro noviazgo, después vivir juntos y finalmente casarnos, gozar de nuestra luna de miel, disfrutar al máximo nuestro matrimonio y cuando no demos más del cansancio podríamos formar una familia.
Pero él quería todo apresurado, no entendía que los dos dependemos de los estudios, de un buen trabajo, de que aún tenemos dieciocho años y yo no estaba preparada para tener hijos y mucho menos casarme. Era una locura, más que eso, era muy arriesgado. Llegó a enojarse conmigo un poco pero no me importó, no cambiaría de opinión.
— Es lo que más deseo — Dejo un beso en sus labios y me levanto.
— Hora de irnos — Extiendo mi mano y él la toma para levantarse — Tengo sueño.
— Vamos entonces — Se pega contra mi espalda y susurra en mi oído — No dejaré que duerma señora Anderson.
— No se acostumbre mucho señor Eros — Me despego de él — Recuerda que vives con tu hermana y cuando vaya los fines de semana no vamos a tener toda la libertad que tenemos ahora.
Rueda los ojos — Atenea no se molesta porque es contigo.
— Sería incómodo que tu hermana nos escuchara.
— Estará tan ocupada con el idiota de tu amigo que ni siquiera nos va a escuchar — Largo una carcajada.
— Sé que Liam te cae bien — Digo segura de mis palabras, él parece dudar.
— Más o menos — Bufa — Un mujeriego y rompe corazones reconoce a otro.
Frunzo el ceño, yo nunca me había dado cuenta de que mi mejor amigo era esa clase de chico. Siempre lo vi tan dulce, tímido y simpático que se me hace difícil pensar que es así.
— Tal vez no son el uno para el otro — Digo simplemente y me encojo de hombros.
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Amae
RomanceLos Anderson son todo lo que aspiramos al pensar en querer formar una familia; buena posición económica, hijos ejemplares y mucho dinero. Pero detrás de ese dinero, detrás de su gran perfección ¿qué son tan capaces de esconder? ¿Cuantos secretos de...